La filosofía en la antigüedad era un arte de vida o un "ejercicio espiritual", y cuando menos, una terapia. La modernidad ha hecho de la filosofía algo más parecido a una disciplina retórica, una ciencia del discurso racional, una especie de gimnasia verbal que la acerca más al sofismo criticado por Platón. Así tenemos que desde la época de Homero, según nota Thomas McEvilley, se entendió que el logos era "para el alma como la medicina para el cuerpo". Los griegos no eran dualistas cartesianos, y consideraban que la salud debía abarcar ambos aspectos. Pitágoras, nos dice Jámblico, utilizaba ciertos metros con los que cantaba a sus discípulos para curarlos de múltiples padecimientos, siguiendo la idea de que el alma era fundamentalmente un ritmo y la salud era un estar en ritmo con el cosmos. A través del orden (logos) se podía hacer que el cuerpo entrara en sintonía con los principios universales y hacer de la vida humana una sinfonía. Platón determinó para su ciudad ideal que se debía enseñar gimnasia y música (la cual incluía todo lo que venía de las Musas) como los dos pilares de una buena educación.
Por su parte, Mircea Eliade ha notado que el chamán (ese protofilósofo) antes que otra cosa es un sanador, un sanador que usa tanto hierbas como cantos mágicos y otras técnicas extáticas. Muchos de los primeros filósofos fueron también una especie de médicos, siendo Pitágoras, Demócrito y Empédocles los más notables en este sentido. Empédocles, quien practicó medicina, escribió que su poema proveía "pharmaka [medicina, panacea] para los males humanos". Las escuelas cínicas, escépticas y epicúreas se concibieron expresamente como terapias para alcanzar la imperturbabilidad (ataraxia, apatheia). Según Sexto Empírico, quien fuera él mismo médico, el interés de los escépticos griegos era "curar a través del argumento (logos) las opiniones de los dogmatistas" y con esto alcanzar un estado de sosiego, libre de cuitas innecesarias. Epicúreo escribió: "De la misma manera que no hay beneficio en una medicina si no elimina la enfermedad del cuerpo, no hay beneficio en una filosofía si no elimina la enfermedad de la mente".
Esta tradición proseguiría a través de los iatroquímicos y de los alquimistas, quienes practicaron la medicina hermética, y en el caso de Paracelso (el "Lutero de la medicina", el "Hermes suizo"), Robert Fludd o Sir Thomas Browne, la combinación de la medicina con la filosofía fue notablemente exitosa.
En Oriente también se concibió la misma noción de que la filosofía (o el dharma) era la medicina para sanar la existencia cíclica (el samsara). El Buda es llamado numerosas veces un doctor que receta una medicina para eliminar la enfermedad del mundo, y el individuo debe aplicar esta receta practicando. Sus enseñanzas, como las de un médico, son eminentemente prácticas. El monje Chandrakirti señala que la medicina más poderosa es la vacuidad (shunyata), pues permite "escapar de todas las convenciones fijas". Shantideva habla del bodhicitta, la "mente del despertar" igualada con la compasión como una sustancia alquímica. Y la tradición tántrica utilizará este bodhicitta, identificado también con el semen y el deleite, como la medicina para alcanzar el estado de un Buda.
Estas concepciones de la filosofía como una medicina están orientadas sobre todo a curar la enfermedad más grave, que es la existencia misma en tanto que la vida mundana es esencialmente insatisfactoria. Para algunos de los filósofos griegos la cura no implicaba una trascendencia, sino solamente una cierta paz ante del devenir. Para ello, en algunos casos era importante buscar la salud corpórea, la cual podía encontrarse también a través de la filosofía, de los buenos hábitos y del cultivo de una cierta perspectiva; en otros casos lo esencial era el desapego del placer y el dolor, lo cual llegaba a incluir el desapego total del cuerpo. De cualquier manera, podemos concluir que la filosofía y la medicina están profundamente unidas -y no sólo porque quien es un "doctor" lo es, originalmente, en filosofía- y la auténtica filosofía, siendo la madre de todas las ciencias, como notó Aristóteles, es una vía a la más alta salud, la salud que incluye al cuerpo y al alma, que piensa no sólo en esta vida sino en la muerte y cuyo fin no es más que la integración del individuo con la totalidad de la existencia. Pues, como dice una Upanishad, mientras haya dos o hasta que el individuo no sea todo, habrá miedo.
Citas tomadas de The Shape of Ancient Thought, de Thomas McEvilley