Canadá, con su vasto territorio y sus latitudes nórdicas, es junto con Islandia y los países escandinavos uno de los mejores lugares para presenciar auroras boreales en el mundo. La inmensidad y la enorme riqueza natural de este país, sin embargo, permiten que el avistamiento de estas sublimes tormentas geomagnéticas esté coloreado y contrastado por imponentes paisajes difíciles de superar.
Cualquiera que haya visto una aurora boreal sabrá que es uno de los espectáculos más inolvidables que se pueden presenciar en la naturaleza. Para cazar estos fenómenos se recomienda visitar ciertos lugares al norte en invierno -Yukón, Newfoundland, Manitoba, etc.- o seguir el calendario de tormentas geomagnéticas, las cuales suelen intensificarse cerca de los equinoccios.
Las auroras ocurren cuando partículas cargadas procedentes del Sol son guiadas por el campo magnético de la Tierra e inciden en la atmósfera cerca de los polos. Cuando esas partículas chocan con los átomos de oxígeno y nitrógeno, que constituyen los componentes más abundantes del aire, parte de la energía de la colisión excita esos átomos a niveles de energía tales que cuando se desexcitan devuelven esa energía en forma de luz visible. La interacción de las partículas solares con la Tierra dibuja hermosos velos de colores, verdes, morados, amarillos y rojos. El cielo se vuelve un rave angelical de plasma y fotones.
EL SONIDO ETÉREO DE LAS AURORAS BOREALES: LA MÚSICA DE LA MAGNETÓSFERA
Dentro del proyecto Natural Radio, Stephen P. McGreevy documentó el sonido de distintas auroras que aparecieron en Canadá y Alaska. Básicamente, captó las ondas electromagnéticas presentes durante estos fenómenos y las tradujo mediante un receptor ELF-VLF. La grabación se realizó utilizando un equipo McGreevy WR-3, con un receptor WR-4b E-Field VLF y una antena vertical de 3m.