En primera instancia, un idioma universal parece una buena idea, pues así todos podríamos entendernos. Incluso podemos remitirnos al mito bíblico de Babel, en el que se sugiere que la multiplicación de las lenguas es algo negativo, un castigo, y por lo tanto una lengua universal sería un estado idílico.
En este espíritu, el oftalmólogo polaco L. L. Zamenhof inventó o construyó a finales del siglo XIX el esperanto, un lenguaje que pretendía ser universal, si bien Zamenhof nunca se propuso que se abandonaran todas las otras lenguas, sino que el esperanto se adoptara como una segunda lengua universal. Pese a que hubo un momento de mayor interés global en el siglo XX, hoy en día es bastante poca la curiosidad que se tiene por esta lengua. Existen menos de 2 millones de personas que la hablan en todo el mundo, aunque algunos la han enseñado como su lengua natal a su hijos, haciendo con ello una afirmación categórica de su visión del mundo. El esperanto se usa, si acaso, entre ciertos tipos de comerciantes, en intercambios culturales y viajes, y parece ser una lengua que revela que quien la habla es partidario de la globalización. Y este es un poco el problema, el hecho de que la globalización como tal no es algo que sea fácil de aceptar por todos como algo bueno -pues puede tener algo de colonización y pérdida de la identidad-. La lengua es identidad cultural, y lo que enriquece al mundo es justamente la diversidad de identidades. Incluso la literatura nunca podría ser tan bella y rica en significados si no existiera un intercambio dinámico entre diferentes idiomas. Sería probable que se anquilosara y perderíamos modos nuevos de ver la realidad.
Actualmente, hay quien habla de que el inglés se está convirtiendo en algo similar a una lengua universal. Según datos recientes 1.5 mil millones de personas hablan inglés, aunque menos de 400 millones lo hablan como su lengua madre. Sin embargo, el mundo consta de más de 7.5 mil millones de personas. En realidad, el inglés no supera por mucho al mandarín, que alcanza mil millones -aunque en ese caso, la gran mayoría son nativos-; el español es la tercera lengua mundial, con casi 500 millones de hispanoparlantes, seguida del árabe y el hindi.
Lo que vemos, obviamente, es que el inglés se ha convertido en la lengua oficial para las comunicaciones internacionales. No obstante, esto no es un fenómeno único, pues ha habido casos de alguna manera comparables, como el latín, que por mucho tiempo fue la lengua culta dominante. Y aunque algunas personas creen que debido a la globalización el inglés podría adquirir una universalidad duradera, es probable que en algunos siglos dicho idioma también llegue a su declive y sea superado por alguna otra lengua, aunque no podemos saber cuál será, por ejemplo, la influencia de la tecnología en la adopción de las lenguas. Y eso podría introducir una variación inesperada.
De cualquier manera, existe una cierta hermandad lingüística en el mundo. Como podemos ver en esta imagen, la gran mayoría de los países de Medio Oriente, el sur de Asia, Europa y América, comparten una misma raíz indoeuropea. Algo que puede apreciarse, por ejemplo, en el hecho de que muchas de las palabras del sánscrito, el lenguaje de los pobladores arios de la antigua India, son cognados de palabras de las lenguas occidentales modernas (por ejemplo: "hrd" y "heart", "jnana" y "gnosis", "manas" y "mente"). (Cabe mencionar que este árbol omite las lenguas afroasiáticas, altaicas, dravídicas, austroasiáticas y otras más).
Aquí hay una versión más completa (del bosque de lenguas):