Las flores de cerezo son, seguramente, las flores más emblemáticas de Japón. Estas preciosas flores (sakura) que han sido descritas inmortalmente por los poetas y pintores zen, florecen apenas unas semanas y son una imagen de la impermanencia. Sin embargo, como por una especie de simpatía mágica, los pobladores japoneses han encontrado las imágenes de estas flores en el interior de las piedras.
Las piedras de flor de cerezo (sakura ishi) son piedras que al romperse muestran patrones en cruz dorados y rosas, similares a las flores de cerezo. Las piedras obtienen esta forma de la mica, un silicato muy común que suele encontrarse cerca de los cuarzos.
Estas preciosas piedras se formaron adentro de una roca llamada hornfel (o cuernario), en el subsuelo, calentadas por lava fundida durante 100 millones de años, y luego atravesaron otra transformación al ser expuestas a fluidos hidrotermales, los cuales alteran la composición química de los minerales de la piedra, haciendo que la mica reemplace las inclusiones de cordierita de las que estaban formadas. Esta doble metamorfosis las hace extremadamente raras; en Japón, encontrarlas se considera un momento de serendipia. Son bastante delicadas y para preservarlas, los japoneses las recubren de una solución de pegamento de madera mezclada con agua.
Fotos: John Rakovan