La meditación y el yoga se han popularizado en Occidente, y actualmente han llegado a convertirse en prácticas cotidianas de cientos de millones de personas. Estas disciplinas, que provienen del budismo y del hinduismo (aunque, en gran medida, se imparten de manera secularizada y desconextualizada), enseñan una filosofía ligada a eliminar la importancia personal. Ya sea en el budismo (donde se enseña la doctrina del anatman o ausencia de un yo independiente y, en el caso del mahayana, de la compasión como método hacia la iluminación) o en el hinduismo (donde se enseña que el verdadero yo no es el yo individual (aham-karam) sino el yo universal o espíritu universal), estas filosofías religiosas, uno pensaría, deberían contribuir a la reducción del egoísmo
Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Southampton sugiere lo contrario. Los investigadores reclutaron a 93 practicantes de yoga alemanes y evaluaron lo que llaman "self-enhancement" (lo que podemos traducir como "aumento o engrandecimiento del yo"). Para analizar esto, los participantes realizaron pruebas que indican tendencias narcisistas y evaluaciones de autoestima. Los resultados sugieren que la práctica del yoga está relacionada con el engrandecimiento del yo.
Un segundo estudio evaluó de manera similar a 162 meditadores reclutados a través de grupos de Facebook y encontró resultados similares, aunque en este caso los practicantes de yoga fueron los que mostraron mayor engrandecimiento del yo. Los investigadores concluyen que "ni el yoga ni la meditación aquietan el ego; en cambio, lo aumentan". Además, sugieren que los beneficios del yoga y la meditación tienen que ver con este aumento del yo, el cual, por su parte, "eleva el bienestar", según ellos.
Ahora bien, es necesario tomar este estudio con un grano de sal y explicar que las personas que participaron en él no eran meditadores budistas ni practicantes de yoga que siguieran estrictamente el yoga como disciplina espiritual, sino que practican el yoga como se enseña en Occidente, mayormente como fitness espolvoreado de un poco de exotismo hindú. De hecho, este estudio confirmaría lo que los maestros budistas han enseñado durante décadas en Occidente: las llamadas prácticas espirituales, sin la filosofía y la ética que las sostienen, no contribuyen realmente a la espiritualidad genuina. En cambio, son las trampas que utiliza el ego para agrandarse, fingiendo su muerte. El maestro Chögyam Trungpa entendió esto tempranamente y lo llamó "materialismo espiritual". Lo que tenemos aquí es una confirmación solamente del materialismo espiritual y no, por supuesto, una refutación de las enseñanzas del yoga y la meditación. No obstante, los resultados de esta investigación merecen considerarse seriamente, ya que muestran que el yoga y la meditación, desconextualizados y secularizados, pierden su poder espiritual genuino y se convierten en mecanismos para hacer más agradable y menos pesada la experiencia del samsara, algo así como sofisticadas aspirinas, paliativos y mecanismos de adaptación que evitan tener que enfrentar seriamente las profundidades de la propia mente y la realidad. Como dijo Krishnamurti, no es realmente sano "estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma", y en gran medida, en la era de la ansiedad y las selfies, esto es lo que el yoga y la meditación secularizados hacen; como dice la canción de Radiohead, nos vuelven solamente fitter, happier, more productive.
La enseñanza dentro de una tradición es fundamental, pues la "teoría" y los principios éticos sobre los que se sustenta la práctica ayudan a promover la correcta motivación para la misma. Un meditador budista o un yogui hindú tradicionalmente no practicaban para hacerse mejores o más poderosos, sino para encontrar la verdad y liberarse del sufrimiento. Claro que en la historia existen casos que contradicen esto -particularmente, los yoguis que buscaban poderes, llamados siddhas-; sin embargo, la tradición advierte continuamente en contra de una práctica con una motivación incorrecta.