Violación, una palabra que ha sonado mucho últimamente en redes sociales, noticieros y polémicas; sin embargo, poco se conoce al respecto cuando se trata sobre sus causas, consecuencias sintomáticas o métodos preventivos. De hecho, actualmente existen muy pocos tratamientos para enfrentar el día a día de una violación; y pese a ello, cientos de miles tanto de mujeres como hombres tienen que aprender a revivir su sexualidad como si nada hubiese pasado. ¿Qué queda por hacer en esta situación?
Para Babette Rothschild, especialista en trauma psicológico, una violación es una experiencia traumática que rompe una parte de nuestra confianza en la realidad y por lo tanto, destruye nuestras creencias en la humanidad. No importa si existió o no una penetración, sino la sensación de incapacidad de detener una acción que va en contra de nuestro consentimiento y control, y que después alguien más o uno mismo se señalará como el único culpable de esa situación. De hecho, en términos legales, siempre se le da prioridad a la manera en que la víctima iba vestida, en dónde se encontraba y a qué hora del día, antes de juzgar o señalar la criminalidad del victimario. Y esta sensación es difícil que desaparezca, no sólo de la mente sino también del cuerpo de la víctima.
En su libro The Body Remembers, Rothschild explica que “La hiperestimulación traumática tiene lugar a través del sistema límbico, el cual está localizado en el centro del cerebro entre el tallo cerebral y la corteza cerebral –el cual regula los comportamientos de supervivencia y la expresión emocional–”. De modo que el recuerdo de una violación entra tan profundo a la psique que afecta “las tareas de supervivencia”, tales como comer, la sexualidad, las defensas instintivas de lucha y huida, y el procesamiento de los recuerdos. De hecho, esto sucede porque las neuronas asociadas con la experiencia traumática afectan invariablemente al sistema nervioso central, reactivándose ante cualquier estímulo que recuerde el riesgo antes vivido:
De manera que cuando existe un estímulo que provoca el recuerdo inconsciente del abuso sexual, desde el tacto de una persona hasta una palabra con cierto tono de voz, todo el sistema nervioso central se pone en movimiento para luchar, huir o congelarse –como si se estuviese reviviendo la misma situación de riesgo en ese preciso momento–:
Frente a esta experiencia, cuyos síntomas suelen resultar en disociación corporal –estar y no estar en el cuerpo físico, no sentirlo o simplemente no ser capaces de moverlo a voluntad–, flashbacks, depresión y ansiedad, entre otros, los expertos en el tema aconsejan darle prioridad a las sensaciones corporales a la hora de trabajar terapéuticamente estos casos. Esto debido a que la memoria sensorial es fundamental a la hora de comprender los eventos traumáticos: “el cuerpo lleva la cuenta” de lo que le pasó y a veces ha olvidado. Cuando una persona sufre de TEPT, la memoria se ve alterada y les “falta la información necesaria para comprender sus síntomas somáticos angustiantes –sensaciones corporales–, muchos de los cuales son memorias implícitas del trauma”. Puede ser tan sólo un hecho, una palabra clave, un estímulo que se convierta en algo significativo y que permita ayudar a comprender las sensaciones corporales.
En otras palabras, cuando se trata de un trauma sexual, lo ideal es no sólo un proceso de psicoeducación que permita comprender sin juicios la realidad tal y como sucedió, sino también volver a enfocar las sensaciones físicas placenteras en el cuerpo. Para Amanda O’Donovan, psicóloga fundadora de la clínica My Body Back y Café V, “las personas con un historial de abuso sexual por lo general suelen disociarse de su cuerpo por completo, por lo tanto es de gran importancia promover la idea de enfocarse hacia las sensaciones físicas”. Por ello, como parte del proceso terapéutico, se recomienda:
En conclusión, la idea de escuchar a las sensaciones corporales es no sólo permitir que el SNA brinde una respuesta de supervivencia normal, sana, adaptativa, sino también comprender que no es suficiente sólo proyectar un juicio cognitivo, sino también lo que se siente. Así, ante un estímulo erótico, se puede regular el síntoma, el miedo y la sensación de culpabilidad. Finalmente, algo indispensable que nunca puede pasarse por algo es: la víctima nunca es la culpable, ni la que debe cargar con la vergüenza ni con el bloqueo de su sexualidad.