Único ganador de tres premios Óscar, afamado por su pericia en la selección de personajes, amparado en una trayectoria de interpretaciones que adjetivan la perfección, y envuelto en un halo de misterio, Daniel Day-Lewis se ha consagrado como el más importante actor de su generación. Un histrión de su tiempo, que lejos de pretender los reflectores de la fama, que de suyo ha obtenido, o altas cifras de taquilla, concentró su energía en el fluir del arte actoral de su talento, gracias al cual ha sido comparado por muchos con otras leyendas de la actuación como Sir Laurence Olivier o Marlon Brando.
Day-Lewis, hasta el momento, aunque comparte con los anteriores una sólida trayectoria en teatro, no combinó efusivamente su vocación hacia la dirección como Olivier ni fue un sex symbol y ave de tempestades como el mítico Brando. Day-Lewis es una perfecta combinación del actor clásico británico que atiende las tablas del escenario y que al mismo tiempo se adentra a las profundidades del personaje como un consumado actor de método.
Con Phantom Thread (2017), la más reciente cinta de Paul Thomas Anderson, Day-Lewis dice adiós a las cámaras como actor de cine, y se aleja de las marquesinas, al menos cinematográficas, dejando una huella indeleble, una carrera excepcional y un sello distintivo que pareciera haber sido trazado en perfectas líneas curvas, como traza con perfección su personaje de modisto, un oficio que requiere habilidad, diseño y astucia, gusto, precisión y sensibilidad, la que lleva al actor a sumirse en una profunda búsqueda por la perfección creativa, alejando su vida de la realidad, sus sentidos de sentirlos, sus apegos del sentimiento, y olvidándose de sí mismo en franca similitud con el compromiso de vida que un artista de método profiere a sus personajes.
Antes de obtener su primer premio Óscar, Day-Lewis pasó de personajes incidentales como en Ghandi (1982) de Richard Atenborough, ganadora de Mejor Película y Mejor Actor con Ben Kingsley, al protagonismo mediante pasos agigantados y a la vez sutiles en cintas de prestigio, The Bounty (1984) de Roger Donaldson; A Room With a View (1985) de James Ivory (quien recién ganó el Óscar por Mejor Guión con la espléndida Call Me By Your Name) y The Unbearable Ligthness of Being (1988) de Philip Kaufman, basada en la exitosa novela de Milan Kundera.
Pero fue con My Left Foot (1989), de Jim Sheridan, que Day-Lewis alcanzó reconocimiento universal, ganando el Óscar en una de las más cerradas contiendas por Mejor Actor que se hayan visto en la historia de los premios de la Academia.
Tom Cruise en Born in the Fourth of July, Robin Williams en Dead Poets Society, Morgan Freeman en Driving Miss Daisy y Keneth Branagh en Henry V, compartieron una terna de pronóstico reservado. La década de los años 90 trajo para Day-Lewis nuevos retos y una etapa de mayor introspección ideológica, política y actoral, con The Last of the Mohicans (1992) de Michael Mann; In The Name of the Father (1993) de Jim Sheridan, que le daría una nueva nominación de la Academia, y con quien más tarde haría The Boxer (1998); The Age of Innocence (1993) de Martin Scorssese, con quien repetiría complicidad en su reconocida actuación en Gangs of New York (2002), compartiendo créditos con Leonardo DiCaprio y perdiendo el Óscar con la sorpresa de la noche, Adrien Brody por The Pianist (2002) de Roman Polanski, quien se impuso no sólo a Day-Lewis sino también a Jack Nicholson en About Schimidt (2002) de Alexander Payne.
Acostumbrando a la audiencia a prolongados recesos para preparar sus personajes y a la vez tomar tiempo para sí, en una forma de escape, libertad o cercanía a la interioridad artística, el nuevo milenio ofreció a Day-Lewis papeles memorables, epítome de su talento. En el 2007 Paul Thomas Anderson le encomendó el papel principal de su aclamada There Will Be Blood, la que para muchos es una de las mejores actuaciones masculinas de la historia, en una de las mejores películas no sólo de su década sino del nuevo siglo. Esa temporada los premios llovieron a ramilletes, incluyendo su segundo Óscar a Mejor Actor. Premio que si bien lo encumbraba, aún aguadaba la compañía de una nueva estatuilla, la tercera, la definitiva.
Con Lincoln (2012) de Steven Spielberg, Day-Lewis vuelve a los roles biográficos, pero en esta ocasión sin mayor referente visual que fotografías, descripciones literarias y referencias orales a modo de tradición, que hicieron de su versión del prócer norteamericano una auténtica creación actoral que le valió el estatus de, hasta la actualidad, ser el único actor que haya ganado tres premios de la Academia en la categoría de Mejor Actor.
De esta forma y ante su reciente nominación en la 90ª entrega de los Óscares, los reflectores atendieron en parte los movimientos, expresiones y la imagen en sí de un maestro que, aun a sabiendas de que no recibiría el galardón -su compatriota Gary Oldman llegaba con etiqueta de amplio favorito por su extraordinario Winston Churchill en The Darkest Hours (2017), de John Wrigth- asistía con la gallardía, caballerosidad y respeto por el oficio que se convirtió en parte de su ser y del cual el actor británico, de corazón para muchos irlandés, se despide con Phantom Thread dejando en la heredad un testamento de grandeza, amor y pasión por el arte actoral.
En esta edición de DECÁLOGO, compartimos breves notas a modo de concepto sobre 10 de las cintas que encumbraron el deleite interpretativo de Daniel Day-Lewis, un actor que dado su adiós prematuro, pero quizá a tiempo, dejará una huella indeleble en la historia de la cinematografía universal. Como siempre en DECÁLOGO, las películas no aparecen en orden numérico ni meritorio, y en esta ocasión, al nivel crítico de la cinta o de la interpretación del actor británico, para despedir a Daniel Day-Lewis, nos basaremos en el apego y en las emociones que, explícitas o no, el actor nos hizo sentir durante su reconocida trayectoria.
10. El hilo fantasma (Phantom Thread) 2017
Dir. Paul Thomas Anderson
Una poesía lírica, emotiva, profunda, desgarradora desde sus silencios, tenue de dolor en sus no dados abrazos y una original pieza romántica no convencional, así podríamos definir a la última actuación de Daniel Day-Lewis en la gran pantalla. Dirigido por Paul Thomas Anderson, Day-Lewis ofrece una épica interpretación sobre un modisto que igual hace de su vida un doblez de entrega hacia la confección, que un vacío hacia los sentires más humanos. Y justo cuando alcanza su climático poder artístico, el sastre percibe en una de sus musas que los sentimientos no pueden ser ajenos, como ajenos no pueden ser los deseos cuando se desea, ansía y abraza. Inmerso en este conflicto interior, al cuidado y vigía de su hermana, interpretada por Lesley Manville en una exquisita actuación, no escapa de la posesión del amor que lo mismo intoxica que cura, que lo mismo envenena que sana, el amor que llegará, como un fantasma que no avisa pero se advierte, a través de Alma, caracterizada por Vicky Krieps.
Reynolds Woodcock ha pasado su carrera dedicado al más mínimo detalle, al meticuloso arte de surcir, bordar, diseñar, aplicar, pegar, colocar, pieza a pieza, botón a botón, al hilo invisible de una aguja que enhebrando la ilación de un vestido como si fuesen etapas, momentos, situaciones, recibe los halagos y a su vez el vacío de la soledad. Es ahí, en ese juego solitario de pretender estar solo, anhelar estarlo o estarlo porque no hay alternativas, donde se anida la perfección de Day-Lewis como actor; su actuación es un poema de la interioridad que se confronta ante los ojos del otro, de ese otro que despierta lo que estaba dormido, que es capaz de dar vida al sentido de matarlo y revivirlo al mismo tiempo, primero en el engaño, después en el consentimiento de quien se abandona en el sentir, en el deseo, en ese hilo fantasma que teje las relaciones y los apegos.
9. Golpe a la vida (The Boxer) 1997
Dir. Jim Sheridan
La prisión como una suerte de abacería sin dueño, como una cadena consciente que vislumbra la incertidumbre de la libertad cuando se tiene, Jim Sheridan retrata la historia de un boxeador que busca redimirse ante su emancipación, y que en ese trance conlleva la esperanza, la resignación, el abandono o la superación misma del castigo. Day-Lewis ofrece una vez más una profunda visión de la condición humana, años de encarcelamiento, una edad que se pasa y madura sin guardia, simboliza los andares de Irlanda del Norte y lo hace mediante el significado que brinda el box como un deporte y como un arte, golpe tras golpe, caída tras caída, el perfil del recluso libre se enfrasca en un interminable debate ideológico que conecta con las emociones de una sociedad que no olvida la represión, que teme a los ataques supuestos y de facto, y que no alcanza a determinarse porque los contextos históricos son inefables como las paredes del gimnasio en el que Danny Flynn, interpretado poéticamente por Day-Lewis enfrenta el devenir al caminar con sus puños por las calles.
8. Pandillas de Nueva York (Gangs Of New York) 2002
Dir. Martin Scorsese
Una combinación de talento, atracción taquillera, rostros vítreos y un descomunal despliegue de producción cinematográfica, hacen de Pandillas de Nueva York una de las más coreografiadas, ambiciosas y violentas cintas corales de Martin Scorsese. Situada en la construcción propia de la urbe hacia mediados del siglo XIX, la película enfrasca el bien y el mal de las calles, la ventura y la desventura de las bandas, y los recovecos de la supervivencia a través de sus personajes.
Leonardo DiCaprio coprotagoniza, junto a Cameron Díaz y el propio Day-Lewis, el ágora de la guerra de secesión enmarcada por las migraciones irlandesas que darían un matiz de identidad a gran parte de la población neoyorquina. El reclutamiento de las bandas que se forman como consecuencia de las diferencias económicas derivadas de una ciudad en desarrollo, los temores a la emancipación por coerción de los integrantes, la fatalidad como destino de las calles y del puerto mismo, propios sin duda del enorme García Lorca y su obra maestra Poeta en Nueva York. Majestuosamente interpretado por Day-Lewis, Bill “The Butcher” Cutting, encabeza la lucha entre los “Nativos”, migrantes instalados en la ciudad, y los “Conejos Muertos”, migrantes llegados de Holanda principalmente. Asumiéndose como un villano descomunal, Lewis hace de este papel una pieza superlativa de la carnicería que sobresale entre el odio, la ira y la discriminación entre quienes han sufrido las mismas consignas. Nominaciones a Mejor Película y a Mejor Actor para el propio Day-Lewis fueron algunos de los reconocimientos para esta cinta que marcó el fin de la colaboración de Scorsese con Day-Lewis, y el inicio de éste en su complicidad creativa con DiCaprio.
7. La edad de la inocencia (The Age Of Innocence) 1993
Dir. Martin Scorsese
Primera colaboración del mítico director estadounidense con Day-Lewis, La edad de la inocencia supone el regreso del histrión a los papeles de época que le embonan a la perfección y en los que se siente un testimonio vivo, como en las cintas ubicadas en Irlanda, como un vestigio en las películas históricas donde su investigación actoral roza la perfección.
A diferencia de Pandillas de Nueva York que explora los sectores más vulnerables de la gran ciudad, La edad de la inocencia se sitúa pocos años después, justo al último tercio del siglo XIX, y lo hace desde la perspectiva de la aristocracia y las clases pudientes, en un elenco que incluye a Winona Ryder y a Michelle Pfeiffer. La ética, las reglas sociales, el deber ser, la doble moral y la inclinación de las pasiones que desnuda la inocencia y las ocultas pasiones de una época, la película describe la fuerza que contiene las emociones, la atrevida apuesta por el control de los sentimientos y la añoranza por el viejo continente ante el temor de la construcción de uno nuevo que los incluye y excluye al mismo tiempo. Day-Lewis interpreta al abogado Newland Archer, quien debe atenuar los instintos, las reacciones y contener los deseos o dejarlos fluir ante un enorno que le devora y define; su actuación resulta medida, tejida por la trama y asume en su propia expresión la toma de decisión que conlleva el discernimiento.
6. La insoportable levedad del ser (The Unbereable Lighness Of Being) 1988
Dir. Philip Kaufman
Enorme, única, extraordinaria obra maestra del escritor checo Milan Kundera, La insoportable levedad del ser definió la literatura europea y universal de los años 80, y en ese legado de inmediata consideración, llevar el texto al cine resultaba una apuesta por demás arriesgada y a la vez halagadora para la novela existencialista más influyente de los últimos años del siglo XX. Philip Kaufman asumió el reto, la osadía o la ventura de una estupenda adaptación. Con un elenco internacional encabezado por Daniel Day-Lewis en el papel de Tomas, y Juliette Binoche como Tereza, la cinta refleja la profunda reflexión filosófica de Kundera en inspiración de los postulados del filósofo alemán Friedrich Nietzche desde una perspectiva historiográfica que dibuja la primavera de Praga de 1968. Cuerpo, alma, cuerpo y alma, peso y levedad, levedad y peso, silencio, palabras, culpa, castigo, libertad, redención, el tiempo, la existencia, son algunos de los tópicos que aborda la película. Day-Lewis presenta una actuación llena de confusión, dualidad y claridades que rozan el conflicto existencial que reside entre vivir la vida o dejar que pase sin considerar el presente y menos aún el devenir.
La fidelidad como un tabú, la infidelidad como una opción y el desamor como una consecuencia de la infelicidad o del amor no sopesado, son parte del entorno filosófico que atenúa las secuencias pero que incrementa la tensión política; las marchas, las arengas, las manifestaciones que ondean consignas y un cambio inminente de época, son reflejados de igual modo por Day-Lewis, quien otorga a este, su último rol antes de convertirse en el referente actoral por excelencia del cine universal de los últimos tiempos.
5. El último de los mohicanos (The Last Of The Mohicans) 1992
Dir. Michael Mann
Única película propiamente de acción que filmara Day-Lewis, El último de los mohicanos es una de las más impactantes cintas de principios de los años 90; su ambientación, fotografía, diseño de arte y banda sonora hicieron de ella todo un éxito. Justo en las contextuales realizaciones de Danza con lobos (1990) de Kevin Costner y Los imperdonables (1992) de Clint Eastwood, Michael Mann une por vez primera a Day-Lewis con Pete Postlethwaite para narrar las vicisitudes de Nathaliel, el último de los mohicanos, entre la violencia entre el imperio británico y las tribus salvajes que luchaban por defender el poco territorio o libertad que tenían al albedrío de la conquista y sus supuestos acuerdos territoriales. Situada en las inmediaciones del siglo XVIII, El último de los mohicanos fungió como la palestra para atestiguar a Daniel en un papel más versátil, comercial y quizá osado, sin descuidar ni desatender sus compromisos con la literatura base de su personaje, ni con su entrega sin par a la interpretación puntual de su personaje.
Adeptos, reconocimientos y un lugar en el corazón de muchos fanáticos, esta peculiar actuación de Day-Lewis abrió la expectativa de una futura carrera comercial que simplemente quedó en la quimera de este gran éxito; para bien o para mal del gusto espectador, Day-Lewis dejó la cinta como un hito único y ahora legendario en su trayectoria.
4. En el nombre del padre (In The Name Of The Father) 1993
Dir. Jim Sheridan
Ninguna actuación de Day-Lewis resulta más poderosa, incitadora y a la vez retadora que la dirigida por Jim Sheridan en esta película en la que el actor británico encarna un papel irlandés y nuevamente enfundado en la vida real de su cometido.
Una pena injusta, una acusación a traición y una culpa compartida en la desesperación por un padre que advertía las injurias del sistema a su hijo, hacen de esta cinta una de las más importantes propuestas cinematográficas de corte político de los años 90, y la película fundacional y referente inmediato del hecho histórico que la convoca. Una actuación extraordinaria de Pete Postlethwaite como el padre y Day-Lewis como Gerry Conlon, el hijo, sopesa la injusticia, el abuso de un sistema judicial, la desazón, el azar y la condena que asienta en ellos un acto terrorista que no planearon pero que les direcciona. La búsqueda de la verdad, hacer prevalecer los lazos de una familia separada, los apegos de padre e hijo que rondan la desventura y el amor más profundo, son puestos de manifiesto en sendas actuaciones que le valieron a la cinta ganar el Oso de Oro del Festival Internacional de Cine de Berlín y varias nominaciones a los premios BAFTA y Óscar.
3. Lincoln (Lincoln) 2012
Dir. Steven Spielberg
Encarnar a un personaje histórico, uno de los más importantes -sino el más importante- de la historia política de un país, y no ser oriundo de dicha nación, representa un reto que pocos actores aprueban con soltura. Day-Lewis hizo de su Lincoln una radiografía figurada de lo que sólo atendiendo a los escritos, fotografías, reseñas y artículos sobre el presidente podría fungir como activo para el histrión. Justo en medio de la guerra civil, en los duros años del debate territorial que envolvía el tema de la esclavitud y su abolición como consigna, los tratados comerciales y políticos entre las nuevas adiciones territoriales a Estados Unidos y su revistada situación ante los estados confederados, hace del entorno de la cinta un poderoso corolario para que la actuación del maestro sublime la pausa y la prisa de su andar. La esmerada quietud con la que cada detalle del movimiento del personaje, simbolizado en la fuerza de la palabra, las espirales de sus manos y la calma de su andar, le hicieron ganador de su tercer y último premio Óscar a Mejor Actor. Dirigido por Steven Spielberg, Day-Lewis dejó su cadencia en una actuación que pareciera salir del papel en el que, impresa, siempre hemos asimilado la imagen de Lincoln, y esa estatua de piedra que ahora dejando la capital, montaba un caballo y se hacía de frente hacia la gloria y la pena de la historia.
2. Mi pie izquierdo (My Left Foot) 1989
Dir. Jim Sheridan
Mi pie izquierdo sin duda se convirtió en el primer gran rol de reconocimiento internacional que Daniel Day-Lewis interpretó. Aunque ya era conocido y ubicado en el cine europeo, fue sin duda esta película dirigida por Jim Sheridan la que marcó por completo su internacionalización y llamó poderosamente la atención de la crítica mundial que se inclinó para aplaudir la enorme actuación que el actor ofreció de Christy Brown, sobre la biografía del propio Brown, quien a pesar de sufrir una parálisis cerebral superó los abusos, desprecios y el sufrimiento de su infancia y adolescencia para convertirse en un connotado pintor, escritor y poeta. Una inspiradora historia de superación que de forma magistral retrata Sheridan acompasado por las actuaciones, sublimes sin duda, de Brenda Frickey y de Day-Lewis, quien sumergido en el papel hasta los huesos, brindó una actuación extraordinaria, la cual le valió ganar su primer premio Óscar, en una de las más reñidas y competidas ternas de los años 80 en la categoría de Mejor Actor. Tom Cruise, Kenneth Branagh, Robin Williams y Morgan Freeman, quienes habían ofrecido icónicas interpretaciones, tal como anotamos al inicio de este decálogo, vieron recibir la estatuilla a Day-Lewis, la primera de sus tres doradas estetas de Hollywood.
1. Petróleo sangriento (There Will Be Blood) 2007
Dir. Paul Thomas Anderson
Una de las mejores actuaciones de la historia, reconocida por propios y extraños como el retrato perfecto de una interpretación en pantalla, el Daniel Plainview de Day-Lewis es un personaje complejo, intempestivo, lo mismo predecible en el actuar que impredecible en el sentir; rudo y calculador, insostenible ante la espera y persistente en la búsqueda, el personaje alcanza matices sólo compatibles con la cátedra actoral de un consumado maestro.
Petróleo sangriento ha sido considerada de igual forma como una de las mejores películas del siglo XXI, la mejor quizá de la primera década de la centuria, y el legado de Daniel Day-Lewis a su trayectoria, y es que no podemos separar la lírica aguda, precisa y operística de Paul Thomas Anderson de la interpretación del actor británico.
La fiebre del petróleo, su anhelo, la búsqueda permanente y desesperante del elixir negro que nace del mar y de la tierra, la persecución de su emerger y la industria que conllevan mercar el capital y su riqueza, forman el corolario para la relación de Plainview con su hijo adoptivo por circunstancia, H. W., y con Paul Sunday o Eli Sunday, interpretado a dualidad por Paul Dano. Dualidad que se enfrasca en la propia fe de un pueblo por su iglesia, en el fanatismo que converge en la fe y en la propia ambición. A medida que el capital fluye como fluye el petróleo, también fluyen el recelo, la envidia, la avaricia y la escasa posibilidad de verse en la otredad de quien habita la tierra donde se vierte la sangre apegada al oro negro.
Daniel Day-Lewis en el pináculo de su poder interpretativo y Paul Thomas Anderson en su plena madurez realizadora, hacen de Petróleo sangriento una obra maestra de la cinematografía universal y de Day-Lewis, el testamento fiel de un actor, su obra, y su dejo para la historia que le recordará de forma presente como uno de los más talentosos, brillantes y artísticos actores de todos los tiempos.
* Iván Uriel Atanacio Medellín. Escritor y documentalista. Considerado uno de los principales exponentes de la literatura testimonial en lengua hispana. Sus novelas El surco y El Ítamo (Universidad Veracruzana, 2015), que abordan la migración universal, han sido estudiadas en diversas universidades a nivel internacional. Dirigió los documentales La voz humana y Día de descanso. Es Director Editorial de Filmakersmovie.com.