Aunque hoy a la felicidad se le sitúa en un pedestal y como un sinónimo de perpetuidad, no siempre fue así. La felicidad no excluye momentos difíciles o frustrantes, ni siquiera sentimientos hoy considerados como negativos. Lo anterior lo sabían muchas culturas, como la mexica, o bien tradiciones como la de los estoicos en la Antigua Grecia y en Roma, y de hecho la idea de felicidad perenne más bien es un invento posmoderno, en gran parte resultado de la gran maquinaria de la publicidad.
Lo que es indudable es que el ser humano siempre ha buscado sentirse bien, liberado, más pleno, lleno de sentido, es una búsqueda intrínseca a la que pareciera apuntar nuestra naturaleza. Hoy en occidente las prácticas y filosofías orientales parecen darle una bocanada de oxígeno a la necesidad humana de la trascendencia, pero en cada época hubo pinceladas de sabiduría para llevarnos a este camino.
El estoicismo fue una corriente filosófica que surgió en la Antigua Grecia, fundada por Zenón y que está siendo altamente retomada actualmente. Esta doctrina estaba basada en la comprensión de que la vida es de algún modo sufrimiento, pero uno que puede superarse, siempre, cada vez más, mediante el entrenamiento de la mente, el cultivo de la virtud y la concentración en el ahora, asumiendo que lo que nos hace sufrir no son los hechos en sí, sino las creencias que adherimos a tales hechos.
Presentamos algunos consejos extraídos de la filosofía estoica y en general de la filosofía de la Antigua Grecia, que tuvo su bastión en el oráculo de Delfos:
Conócete a ti mismo (una variación del oráculo de Delfos atribuida a los pitagóricos)
Si uno aprende a observarse, entonces reconoce las virtudes propias y los defectos. A partir de ello, uno toma responsabilidad sobre aquello que nos pasa y, con base en el autoconocimiento, se actúa más sabiamente frente a las adversidades. El autoconocimiento deviene también en una liberación de la frustración, aceptando nuestra parte en los hechos de nuestra vida.
El presente es importantísimo
Para Marco Aurelio, estoico, aunque romano, más allá de evadir las emociones frustrantes, mucho de la clave está en el presente; concéntrate ahí todo lo que puedas:
Recuerda que el hombre vive sólo en el presente, en este instante fugaz; todo el resto de la vida ya se ha ido o aún no se ha revelado.
Piensa positivo, pero no bloquees
La maquinaria de la felicidad nos está obligando a esconder todas aquellas emociones que no embonan con la alegría. Ello es una trampa; afronta esas emociones (son buenas para la salud), déjalas ser y luego vuelve al presente. Es bueno tener metas pero un optimismo eufórico es falso, te frustrará y hará que bloquees (y cargues) con muchas emociones que también conforman la vida. En este sentido, los estoicos invitaban a abrazar la adversidad, simplemente porque negarla es pésimo para tu psique; mejor aprender de ella.
Imagina el peor escenario
Puede parecer muy pesimista pero si sólo piensas que tu vida será estilo Walt Disney, te frustrarás enormemente. Desarrolla metas, pero siempre prepara psicológicamente el escenario de cómo sería si las cosas salieran fatal; ello hará que puedas tener una especie de escudo protector psicológico. Lo anterior hará también que seas realista, que te prepares para entender que la vida implica todo tipo de momentos.
Agradece al levantarte y al acostarte
Si no crees en la figura de un Dios, agradece a la vida, a las personas que quieres o al cosmos, pero agradece. Es un acto significativo que te otorga humildad (el ego nunca va a llenarte) y que además conlleva un ejercicio de reflexión que pocas veces hacemos sobre nuestra vida, sobre lo bueno en ella, lo bueno en ti y lo maravilloso que puede ser darte cuenta. También es importante que hagas una revisión de tus penas pasadas. Según Séneca, ello te dará perspectiva de lo bueno que ahora tienes; la perspectiva, aunque se viva en el presente, es crucial:
Dirase: «Extraña manera de consolar, la de recordar las penas olvidadas; colocar el corazón en presencia de todas sus amarguras, cuando apenas puede soportar una sola». Pero reflexiónese qué males bastante peligrosos para aumentar a pesar de los remedios, se curan con los medicamentos contrarios. Voy, pues, a rodear tu dolor de todos sus lutos, de todo su lúgubre aparato; esto no será aplicar calmantes, sino el hierro y el fuego.