Cuando se trata de meditación lo primero que se solicita es mantener a la distancia y observar todos los pensamientos, miedos y emociones. Sin embargo, ¿cómo poder hacerlo sin una guía ni práctica?, ¿cómo silenciar al ruido mental que impide a un pensamiento claro y enfocado?, ¿cómo ser capaces de ver lo que se siente y piensa?
De acuerdo con los practicantes de la meditación, al regular las emociones y pensamientos es más fácil procesar la información de manera objetiva y así regresarla a su estado natural, en silencio. Esto permitirá ver de manera objetiva ese pensamiento o sentimiento para resolverlo, procesarlo, fundirlo conscientemente en nuestro ser y dejarlo ir, lo cual, a su vez, hará posible el despertar del Espíritu hacia una expresión natural en la Conciencia:
Una mente silenciosa está libre de distorsiones, facilitando que el Espíritu entre hacia nuestra Conciencia. O al menos hará que una energía superior entre y se expanda sobre nuestro estado consciente, y a eso llamaremos ‘Espíritu’. […] Cuando nuestra mente está en silencio –tranquila, en paz y enfocada– estamos abiertos a recibir a diferentes niveles de la Conciencia, implicando la inspiración, creatividad, insights y conocimientos directos. Además, cuando nuestra mente está limpia, callada y precisa, se incrementa casi dramáticamente nuestra habilidad para pensar, aprender y comprender. Una mente calmada, callada y enfocada es capaz de dirigir la atención hacia el interior. Podría decirse que es hacia el Espíritu, lo cual es perfectamente real. No sólo porque dirigimos nuestra atención hacia dentro, también hacia la Singularidad, lo cual es una experiencia de conciencia pura que permite moverse hacia diferentes niveles de la atención interna y al silencio.
De modo que pasar tiempo en silencio, en balance, permitirá procesar la información interna. En términos prácticos, “procesar” implica tomar conciencia de todo lo que sucede al interior de nuestro cuerpo: pensamientos, emociones, experiencias, deseos, y una vez logrado ese estado de conciencia, aceptarlos y dejar ir aquellas creencias o sentimientos que nos agobian, para así comprender nuestros deseos y conductas en función de ellos. Se dice que esta manera de acción coherente hace posible “expresarlos y dejarlos ir en una forma que nos damos cuenta de lo que nos dicen sobre nosotros y lo que deseamos ser y actuar. Es esta parte del camino en el que nos movemos hacia tomar conciencia de quiénes somos realmente”.
No es necesario buscar afuera. La información, la clave para aprender a meditar, está en nuestro interior. Y una vez que nos permitamos pasar un tiempo a solas y sin distractores nos daremos cuenta de quiénes somos realmente, lo cual puede llegar a suceder mediante los pensamientos sobre una película que acabamos de ver, un libro que nos está movimiento emociones, argumentaciones que recién tuvimos, cualquier cosa en la calle que recordamos constantemente, es decir que con cualquier actividad cotidiana podemos tomar conciencia y aclarar nuestra mente: con lo que vemos, oímos, saboreamos, olemos, sentimos, experimentamos, pensamos, sentimos, concebimos, imaginamos y deseamos. Se trata de una realidad perceptual en la que si no regulamos la información y la energía, si no las procesamos ni seleccionamos, si no las usamos de manera deliberada y coherente, podrían causar problemas a nuestra salud física, emocional y espiritual.
Es importante recordar que resolver y procesar este tipo de información puede tomar días, semanas o años y puede causar bloqueos graduales, obstrucciones ante la expresión de la verdadera esencia y distorsiones sobre los pensamientos –y por tanto, de las emociones, de modo que la práctica diaria, constante, hará que la toma de conciencia se vuelva profunda y fácil de hacer con el tiempo:
Se desarrollará la habilidad de autoconocernos, lo cual informará y elevará los niveles de creatividad y de expresividad. Por tanto aprenderemos a enfocar la atención en nosotros y en nuestra conciencia espiritual, a desarrollar la Conciencia espiritual, a experimentar el Espíritu, a conocernos. Y este es el único camino para conocer al Espíritu.
Para saber si lo que se está haciendo es lo correcto, sólo basta con prestar atención hacia nuestras emociones, hacia la calidad de nuestra conciencia, hacia la creatividad y la confianza. En caso de sentir una especie de tranquilidad y equilibrio, de libertad y empoderamiento, nada malo puede suceder.