La incapacidad de mantener la calma y la entereza en la ambigüedad y en la incertidumbre es algo muy común en los seres humanos e incluso se podría argumentar que tiene una función evolutiva; sin embargo, es también fuente de mucho de nuestro sufrimiento. Y es que la realidad indica que el mundo es esencialmente ambiguo e incierto, al menos desde la capacidad limitada de conciencia que manifestamos los seres humanos actualmente. Por lo tanto rechazar y reaccionar ante la incertidumbre, cuando no podremos hacer realmente nada para erradicarla del todo, es inútil y genera frustración y desperdicio de energía.
Jamie Holmes es el autor de un nuevo libro, Nonsense: the Power of Not Knowing, que estudia la incertidumbre desde una perspectiva histórica y también a la luz de investigación científica contemporánea. En este libro Holmes entrevista a Gary Noesner, un negociador del FBI que fue uno de los líderes del equipo de agentes que lidió con el fanático religioso David Koresh en Waco, Texas, donde murieron 76 personas. Noesner cree que si el FBI hubiera sido capaz de lidiar con la incertidumbre de la mente de Koresh, quien cotejaba dos escenarios al mismo tiempo, tal vez se hubiera podido evitar esta situación tan lamentable.
"Mi experiencia sugiere que en la vasta mayoría de estos casos, las personas están confundidas y son ambivalentes. Parte de ellos quiere morir, parte de ellos quiere vivir. Parte de ellos quiere rendirse, parte de ellos no quiere rendirse", dice Noesner. Esto hace que sea necesario que una persona pueda barajar tal incertidumbre y ambivalencia sin precipitarse a una definición. Noesner define a los buenos negociadores: "son personas que se mueven con eficacia en las áreas grises, en las incertidumbres y ambigüedades de la vida".
La ambivalencia presenta un estado paradójico en el cual un individuo puede sentirse de dos formas distintas o querer dos cosas al mismo tiempo. Esto es algo que es real, aunque presenta un problema para la mente tanto lógica como emocionalmente, cuando una persona no tolera esa ambigüedad y se decanta –a veces con premura– por definir la realidad. Es como el caso del gato de Schrödinger de la física cuántica, que está vivo y muerto hasta que se realiza una medición; muchas personas no toleran este estado de superposición y necesitan que el gato esté muerto o vivo pero no las dos cosas.
Holmes, el autor del libro, explica que la psicología humana está cableada con una necesidad de la conclusión, de cerrar ciclos y llegar a desenlaces. Esto es algo como un mecanismo de defensa instintivo ante la entropía de la realidad. Dice Holmes que si no tuviéramos este mecanismo sería difícil vivir, resolver cualquier cosa: simplemente hay demasiadas opciones y posibilidades que no somos capaces de sondear. Por ello, el psicólogo Jordan Peterson se refiere a esto como "el milagro de la simplificación". Nuestra mente opera de tal forma que constantemente reduce cosas que no son idénticas a cosas idénticas según nuestros preconceptos. De esta forma encontramos sentido, borrando ilusoriamente el caos. Sin esto sería difícil que pudiéramos hacer incluso pequeñeces, viviríamos en la parálisis del análisis.
El tema históricamente es bastante controversial. El psicólogo nazi Erik Jaentsch en 1938 sostuvo que una persona sana se caracterizaba por la certidumbre y el orden, mientras que una persona caracterizada por la tolerancia y la ambigüedad tenía una personalidad enfermiza. Esto luego fue revertido por Else Frenkel, quien mantuvo que la intolerancia a la ambigüedad es un signo de una mente poco sana. Algo que tenía sentido después de lo ocurrido con el nazismo, con el argumento de que el extremismo se caracteriza por la intolerancia a la incertidumbre que representa el otro, con sus impredecibles diferencias y una necesidad de encontrar una conclusión, un modelo definitivo de la realidad (lo cual es un viso de totalitarismo).
Holmes toma el camino medio y argumenta, con Arie Kruglanki, psicólogo de la Universidad de Maryland, que existe un disgusto natural a la ambigüedad y a la confusión, el cual oscila ente diferentes personas y según los diferentes momentos. Holmes cree que esto es parte de nuestra naturaleza, ser "reductores de ambigüedad", lo cual tiene que ver simplemente con la necesidad de encontrar sentido en el mundo, para la que se debe de reducir el infinito y el caos a algo definido.
Esta característica propia del ser humano, que es parte de la sociedad moderna, tiende a producir estereotipos y encasillar a los demás y a uno mismo. Holmes considera que las personas que no son capaces de existir cómodamente dentro de esta zona de ambigüedad no son muy buenos para ciertas profesiones. Una de ellas, por supuesto, es la de "negociador", lo cual tiene una función en todo tipo de negocios, pero también dentro de casi cualquier puesto de liderazgo, donde se tengan que formar consensos, promulgar ciertas leyes o promover políticas. Asimismo, es recomendable que los médicos tengan cierta capacidad de trabajar con calma ante la incertidumbre para no apresurarse a tomar decisiones antes de tiempo y confiar en sus diagnósticos e infundir confianza en sus pacientes.
En general, la virtud de operar dentro de la incertidumbre puede ser una gran ventaja en cualquier línea de trabajo, incluyendo en el arte donde puede dotar de una capacidad de abandonarse al caos o a los flujos de la naturaleza sin intervenir antes de tiempo, aliando así el arte con la naturaleza y las fuerzas creativas que paradójicamente se sirven también de los accidentes y el desorden. Finalmente, mantener la comodidad y la ambigüedad refleja fe, confianza y capacidad de relajación. Esto viene bien en cualquier tarea, desde jugar póquer, hasta pilotear de aviones de combate.
Para desarrollar la confianza en la incertidumbre, Holmes anota que existen estudios que muestran que leer ficción y tener experiencias multiculturales ayudan a que las personas bajen el umbral de su necesidad de que las cosas lleguen a concluirse. Esto sugiere que es útil entrar en contacto con otras mentes y formas distintas de concebir el mundo.