Uno de los personajes más inconfundibles de la televisión de finales del siglo pasado fue Bob Ross, conductor y protagonista de la serie El placer de pintar. Si no te suena familiar, piensa en un video de ASMR donde un hombre rizado y barbado, con look de vaquero o líder espiritual, te enseña técnicas de pintura de paisaje al óleo mientras narra historias que se van quedando grabadas en el lienzo, con nombres como "visos de otoño", "invierno azul" o "luces del norte". Para muchos, se trató de una adicción.
Una de las mayores fanáticas de Bob Ross comenzó como su alumna y terminó construyendo al personaje que muchos tenemos en la cabeza. Su nombre es Annette Kowalski, quien cuenta en entrevista con NPR que Bob no tenía el cabello rizado en realidad: luego de salir de la fuerza aérea, el joven Bob Ross trataba de hacerse una carrera como pintor, pero nadie compraba su obra. Decidió dar clases y ahorrar algo de dinero de peluquerías haciéndose la permanente, la cual llegaría a odiar incluso.
Kowalski conoció a Ross en uno de sus seminarios de pintura en un hotel de Florida, de donde pudo nunca haber salido si Kowalski no hubiese visto el potencial comercial del personaje: en su forma de enseñar las técnicas de la pintura, en su manera de ennumerar los colores, las texturas y las formas, además de en aquellos “bobrossismos” como “no existen los errores, sólo los accidentes felices”, la alumna vio un talento capaz de servir como bálsamo a los sufrimientos cotidianos, una forma de placer devenida no tanto de imitar lo que Ross pinta, sino simplemente de escucharlo.
La primera idea fue hacer un 01800-BOBROSS, pero pronto pasaron a la pantalla de TV para llegar a una audiencia mayor. El placer de pintar tuvo 400 episodios y fue transmitido de 1982 a 1994, con incontables retransmisiones en decenas de idiomas, y recientemente reestrenado en Netflix.
Sin embargo, según Kowalski, aunque Ross tuviera un aire carismático y apacible en cámara, detrás de ella era “un tirano”:
Te hace pensar que es muy fácil. Bueno, déjame contarte algo: no son tan espontáneas como crees. Bob se tendía en la cama por la noche, me contaba, [y] ensayaba cada palabra. Sabía exactamente lo que iba a decir en cada uno de esos programas. Entiendes sin duda que no cometemos errores aquí. Sólo tenemos errores felices.
A principios de la década de los 90, Ross fue diagnosticado con linfoma y falleció a los 52 años, el 4 de julio de 1995. Pasó sus últimos días contemplando un lago desde una banca cercana al hospital, acompañado por Kowalski y su esposo Walter. La pareja sigue a cargo de Bob Ross Inc., una compañía que incluye la producción y distribución de materiales de arte, instructores certificados, y la administración del legado rossiano.