Rinaldo Willy tiene uno de los trabajos más peculiares del mundo: transformar las cenizas de los difuntos en diamantes, una aparente paradoja que se explica por sus condiciones de producción. Los diamantes naturales se forman a partir de moléculas de carbón a cientos de kilómetros de profundidad y temperaturas volcánicas durante miles de millones de años. Pero Willy descubrió su propio nicho de negocio cuando leía acerca de la producción de diamantes sintéticos para la industria de semiconductores.
Todo el proceso se lleva a cabo en sus instalaciones de Algordanza (Suiza), que resulta ser también el nombre de la compañía de Willy y que en dialecto romance quiere decir "recuerdo". Un nombre sumamente adecuado si lo que deseas, como muchos de los clientes de Algordanza, es convertir las cenizas de tus seres queridos en joyas eternas.
El personal recibe cenizas de todas partes del mundo (de hecho, 25% de su mercado está compuesto por japoneses) y les añade químicos para extraer el carbono; luego el carbono es convertido en grafito mediante altas temperaturas, y después es sometido a condiciones que imitan las de los mantos profundos de la Tierra en cuanto a calor y presión.
Tras semanas, meses o incluso años, los materiales se convertirán en un diamante único de hasta 1 quilate después de ser cortado. Los colores también pueden variar y, de acuerdo con una entrevista con Willy, aspectos como las medicaciones que tomaba la persona, si se sometió a quimioterapia y otras variables influyen en el color final del diamante, que puede ser claro y transparente, azul, verde, amarillento o negro. El precio de todo esto oscila entre los 5 mil y los 22 mil dólares, según el tiempo que quieras que se cocine el diamante (mientras más tiempo permanezca en los hornos, más grande será).
Para ser justos, el procedimiento de convertir cenizas en diamantes tiene además otra arista que vale la pena explorar: el hecho de que los cementerios y los servicios funerarios tradicionales no son sustentables a largo plazo y que todos los materiales y procesos involucrados en el tratamiento del cuerpo de los difuntos realmente forman parte de una industria secundaria, que complica el duelo de los deudos más que facilitarlo. ¿En qué tipo de madera quieres enterrar a la persona que más quisiste en el mundo? ¿Con qué lápida? Aunque pueda parecer trivial, hacer algo con los restos mortales de los miembros de nuestra especie ha sido una preocupación fundamental de la historia humana, y este parece ser simplemente un capítulo nuevo.
Por esta razón, transformar las cenizas en diamantes no es solamente (aunque sí) un nuevo nicho con el que el capitalismo puede lucrar con el cuerpo de los muertos, sino una forma de rearticular nuestro entendimiento de la muerte: no como el entierro o la desaparición de nuestro cuerpo físico, sino como la transformación de nuestra materia en un objeto que puede permanecer en nuestra familia durante generaciones.
En el futuro sobrepoblado al que nos aproximamos, convertir los cuerpos de las personas (aunque en rigor se puede utilizar ceniza orgánica de cualquier tipo, incluso vegetal) suena como una poética metamorfosis que permite una última expresión del espíritu a través del color, o según tus creencias, en un bonito anillo o pendiente para llevar a tus seres queridos siempre cerca de ti.