Una sencilla forma de comunicarte con las luciérnagas

Una mujer sola. Se despierta y mira la caja de luciérnagas.

Masajo Suzuki

 

La biología puede ser profundamente coqueta. Sobre todo si consideramos que a veces nos lleva, por ejemplo, a familiarizarnos con seres pequeños, seductores y lumínicos. Las luciérnagas son fascinantes. No es casualidad que un par de ellas, su luz, basten para detonar en nosotros emociones originarias y nos remitan al sincero asombro de la niñez. 

La conexión entre dos seres, sean personas o luciérnagas, mucho depende del ritmo que rodea el encuentro. En el primero de los casos, el humano, una coincidencia de miradas, de momentos de vida, de humores y geografías puede ser determinante para definir lo que ocurrirá entre ambos. En el caso de las luciérnagas, su ritual de cortejo se resume en emitir patrones de luz cuya sincronía determinará si se consuma la unión de un macho y una hembra. 

Recomendaciones

Durante décadas biólogos e investigadores han estudiado la comunicación romántica entre luciérnagas. Sin embargo, participar activamente en su bioluminiscente cortejo es más fácil de lo que imaginamos. De hecho, basta con sentirte atraído por la experiencia, ubicar un espacio en donde se presenten luciérnagas (idealmente un claro en el bosque, aunque también un jardín puede funcionar) y disponer de un pequeño LED, de alrededor de 1 cm, conectado a un interruptor manual.

Una vez que tienes todo preparado para esa noche tan especial y que estás parado en medio de la danza de minúsculas luces (una analogía, supongo, del dancefloor de los humanos), entonces eliges a tu prospecto, lo cual no es fácil. Luego sólo detente unos instantes a tratar de leer el intervalo con el cual se está comunicando.

Cuando te sientas lo suficientemente seguro para tomar partida, entonces activa tu luz fugazmente y espera a recibir una respuesta. A continuación enciende nuevamente tu LED durante poco menos de 2 segundos y observa qué ocurre. Si has tenido suerte entonces tendrás sobre ti una luciérnaga emitiendo luz con un ritmo más intenso. Esto indica que el amor está en el aire y estás sosteniendo, literalmente, un romance lumínico transespecie. Si no ocurre lo anterior, sólo vuelve a intentarlo las veces que sea necesario.

Hace unos días apareció en el New York Times una crónica de Joanna Klein que me recordó la experiencia que tuve hace años con las luciérnagas. A diferencia de mi lance amateur ella iba equipada con un nuevo dispositivo que graba el patrón de una luciérnaga y luego lo reproduce para replicar con exactitud el mensaje (el Firefly Communicator). Su experiencia fue sin duda más erótica, ya que al poco tiempo de introducirse en el cortejo colectivo su hermana, quien estaba justo a su lado, tenía prendado a un macho en el cuello tintineando frenéticamente. En mi caso sólo logré que una luciérnaga se posara sobre mi camisa, a la altura de mi pecho y acelerara su ritmo, pero ni siquiera pude distinguir si se trataba de una hembra o de un macho.

El punto es que conversar con luciérnagas es algo mucho más sencillo de lo que la mayoría imagina y, en segundo plano, es un buen recordatorio de que existen incontables y preciosas experiencias aguardando a cualquiera que decida encontrarse con ellas. Y por más minúsculas que sean, por ejemplo un microcortejo con insectos luminiscentes, son estas vivencias simples, incluso "absurdas", las que habrán iluminado, en retrospectiva, tu camino.

Twitter del autor: @ParadoxeParadis

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