En el budismo, como en el vedanta y en el taoísmo, existe una importante tradición de abandonar los pueblos y ciudades para buscar la iluminación en el bosque. Gautama Buda abandonó el palacio de su padre y todas sus riquezas materiales y peregrinó por 6 años aprendiendo técnicas ascéticas de vagabundos y ermitaños hasta que decidió sentarse bajo una higuera y no levantase hasta haber encontrado el origen y la cesación del sufrimiento. Desde milenios atrás, los maestros espirituales de estas tradiciones recomendaban a los alumnos renunciar al mundo y buscar la tranquilidad de la naturaleza para practicar la observación de la mente y la virtud moral. Habían reconocido que el ruido de las ciudades y las costumbres de la sociedad no eran muy conducentes a los estados de concentración y pureza necesarios para avanzar en la práctica espiritual. Es difícil pensar lo que dirían si pudieran ver nuestras grandes urbes, en donde se hacinan decenas de millones de personas, en medio de ruidos demenciales de máquinas y pensamientos incesantes, sin árboles y con espacios contaminados en todos sentidos. Hoy en día cada vez más personas buscan vivir en las ciudades, arrastradas por una necesidad económica que tal vez no es tan necesaria como se cree --hay formas de vivir cerca de la naturaleza, especialmente si no se sucumbe al samsara de las posesiones materiales. Esto es una forma de enfermedad colectiva, de psicosis, de déficit de atención, de neurosis cuya causa principal es perseguir el espejismo de un sustento que no es realmente la solución para la condición humana, que ciertamente no ataca el problema fundamental del origen del sufrimiento.
Uno de los grandes maestros del budismo tibetano, de la tradición nyingma, y gran exponente del dzogchen, el aspecto más alto del budismo tántrico, el gran Longchen Rabjam (Longchenpa, en corto), enfatizó la importancia de buscar un entorno tranquilo para la práctica. Longchenpa fue el depositario de la transmisión de los tantras del linaje de Vimalamitra, los cuales son considerados tesoros (termas) revelados en el flujo de la conciencia de los adeptos y los cuales componen las enseñanzas secretas del budismo dzogchen. Lonchenpa, quien a su vez transmitió estos conocimientos en la mente de futuros descubridores de tesoros (tertons), como Jigme Lingpa, vivió una vida de largos retiros consgrados a la meditación de la Gran Perfección y al estudio y organización de los tantras sólo interrumpidos por visitas a monasterios. Aun cuando estaba recluido en pequeñas chozas en el bosque o viviendo en cuevas, enseñaba a los afortunados peregrinos que llegaban a su retiro, incluso a cientos de ellos a la vez, a quienes explicaba sutras y tantras y otorgaba iniciaciones y empoderamientos, según el nivel apropiado de cada uno de ellos, como hizo el Buda en sus enseñanzas. Lonchenpa, según la tradición, siempre llevó una vida humilde y austera, pese a la gran riqueza interior y las posibilidades mundanas que su sabiduría le permitía. De hecho cuando encontró a su maestro, quien soñó --como Sócrates a Platón-- que Longchenpa iba a ir a visitarlo, no tenía el dote para hacer una ofrenda como suele requerirse para probar que el alumno realmente está comprometido y dispuesto a aprender, por lo que su maestro cubrió él mismo esta ofrenda. Cuando Lonchenpa ya era un gran maestro rechazó todas las ofrendas de acaudalados patrones.
En su testamento, traducido del tibetano como Luz inmaculada (otro de sus apelativos), el gran sabio de la Gran Perfección, Longchen Rabjam, llama a abandonar nuestras posesiones y dejar las ciudades:
La apariencias de este mundo son como ilusiones que nos engañan,
de naturaleza engañosa como una persona deshonesta,
ya que te distraen de la virtud e incrementan tus aflicciones emocionales,
manténte alejado, y practica el sagrado Dharma.
No obstante qué tan rico seas, sin contentamiento eres pobre.
Los deseos de un hombre rico nunca podrán ser satisfechos:
el contentamiento es la más grande riqueza;
teniendo sólo poco, tu mente se llenará de felicidad.
...Abandona tu lugar de origen, tus posesiones, tu familia y amigos, todas las ocupaciones y distracciones de esta vida, y medita en un lugar tranquilo para poder estabilizar la mente.
El maestro budista Khenpo Jamyang, en su comentario del testamento Luz inmaculada, explica:
Longchenpa nos aconseja que nos quedemos en los pueblos y en las ciudades, porque esto permitirá que no perdamos la paz de nuestra mente. Si no lo hacemos estaremos distraídos interminablemente y no podremos mantener nuestra práctica. Siempre debemos quedarnos en lugares solitarios y dedicarnos a la práctica del Dharma. Así, cuando finalmente llegue el momento de la muerte, no tendremos reproches. El mejor resultado será la iluminación en esta vida; pero si no la obtenemos, al menos no tendremos nada de qué arrepentirnos.
En alabanza del bosque y de Longchen Rabjam, cuyo nombre significa "el omnisciente rey del dharma del vasto espacio", hacemos un comentario aquí del poema "Siempre gozando en el bosque", escrito por este gran santo ermitaño del Dharma, el cual es incluido en el libro Sunlight Speech de Thinley Norbu y que quizás debería ser incluido junto con algunos textos clásicos de la literatura, como el Walden de Thoreau, y otros más, dentro de un canon que celebra y captura la esencia de la vida en la naturaleza.
Lonchenpa nos dice que este poema es "un discurso sobre siempre alegrarse en el bosque... pronunciado por alguien en paz... que desea la liberación, descansando en el pico más alto de la montaña de la esencia natural de la mente, dicho desde el corazón por ir en el bosque". Desde el principio del poema nos exhorta a renunciar a la vida mundana y refugiarnos en el bosque (como una emanación de las tres gemas) para encontrar la armonía entre la mente y el espacio. Como es sabido, el Buda y la tradición budista consideran que vivimos en tiempos oscuros para el Dharma: "los antiguos nobles soles se han puesto; actualmente una cruel luna reina", escribe Lonchenpa, haciendo eco de esta creencia que también encontramos en la doctrina de los yugas en la India. Se cree que en general la cultura materialista es corrupta y decadente y hace que las personas olviden sus principios y pierdan la fe en las antiguas enseñanzas, por lo cual, especialmente en el caso del principiante que busca afianzarse en el Dharma, la agitación descomunal de las ciudades y de la sociedad dificulta el progreso.
Para recibir el gran consejo de mi propia mente, no hay que quedarse, definitivamente me iré al bosque...
¿Cómo puedo obtener liberación más allá del sufrimiento?
Ahora ya has tenido suficiente del sendero del deseo,
Tú, corazón, inspírate hoy, abandona el deseo y vete al bosque...
No importa cuántos pensamientos tengas, no hay ningún beneficio en ellos,
por lo que mejor sólo observa la experiencia de tu propia mente.
Podemos pensar que ir al bosque a desarrollar nuestra práctica espiritual es algo egoísta, y que los verdaderos maestros lo son en cualquier parte o que incluso podemos ayudar más trabajando en el corazón de la colectividad, acabando con el "monstruo" desde dentro. Esto puede o no ser cierto, pero en todo caso aplica sobre todo para maestros que han logrado estabilizar su mente y que tienen gran mérito y que además tienen una misión de vida dentro del mundo secular. Para quienes empiezan, sin embargo, vivir en medio del mundanal ruido, de la confusión colectiva y de la contaminación del aire, la conducta, y el pensamiento, esto simplemente hace que el progreso sea más difícil, que haya más obstáculos. Por supuesto uno puede beneficiarse de superar todo tipo de problemas, pero esto no quita que el bosque o un lugar silencioso, con una buena energía, siempre será más propicio para la meditación y las prácticas contemplativas. Por otro lado, en la visión budista, donde el mundo material y cosas como la separación y hasta el tiempo son consideradas ilusiones de las cuales es necesario desprenderse, no existe ninguna contradicción en ayudar y practicar la compasión en un retiro solitario, esto siempre y cuando el practicante lo haga con sinceridad --ejerciendo el bodhicitta-- y no para huir de este o ese otro problema que enfrenta, el cual, por supuesto, lo acompañará a cualquier lugar que vaya ya que es un reflejo de su mente. Longchenpa explica en su poema:
Sin pensar en el beneficio propio ni por un momento, sino para lograr el beneficio de cientos de millones de otros,
debo decir nobles oraciones en mi corazón.
Si es que existe una presencia de la mente en el corazón, no te quedes; ve a meditar al bosque...
Ahora en este tiempo de concepciones inestables, es importante tornar la mente hacia dentro...
El bosque está libre naturalmente de muchas distracciones y congregaciones multitudinarias y está libre del miedo y del sufrimiento de la violencia.
Vivir en el bosque nos acerca no sólo a un sentido espiritual, sino también a un sentido estético de la existencia. Según el traductor de textos tibetanos John Whitney Petitt, el budismo tántrico está basado en el principio de "la radical inmanencia de la realidad final, la cual es un contínuum coalescente (tantra) de gnosis y forma estética". Es decir, en el budismo esotérico no hay realidad trascendente, no hay un nirvana separado del samsara, sólo existen diferentes niveles de percepción. Una mente clara y pura nota que todas las cosas son en realidad manifestaciones de la naturaleza búdica y disfruta, como un esteta, este mágico espectáculo, el cual es una profusa y vacía gloria, como un perpetuo surgir de arcoíris. Al final, la manifestación o los fenómenos, lo que podríamos llamar la belleza del cosmos, es lo mismo que la conciencia o gnosis de esos fenómenos, el espacio y la conciencia son una sola cosa. Lonchenpa habla del bosque donde:
brotes de flores de loto, árboles enjoyados que conceden deseos,
lirios azules rodeados de abejas musicales
o la danza de los jóvenes árboles y las yemas de las ramas
que se inclinan para dar la bienvenida a los huéspedes...
y las estrellas y los planetas iluminan los claros cielos,
como dioses jugando en el jardín de su felicidad.
Agrega que :"El bosque es el lugar donde se contempla el Dharma más fácil y se domina a la mente". En el bosque brilla el samadhi, dice Lonchenpa, y nos recuerda que todo los budas se han ido al bosque a buscar la iluminación. Aquí es importante mencionar que la palabra "dharma" que significa tantas cosas, la verdad, la realidad, la ley, el conjunto de las enseñanzas, tiene el significado esencial de "fenómeno" y sobre de todo del "conjunto de todos los fenómenos", es decir, de la naturaleza. En la naturaleza el Dharma se aprecia mejor en tanto que la naturaleza misma es una expresión directa y desnuda de las leyes del universo, y por lo tanto al entrar en un estado de observación meditativa y comunión con la naturaleza se entra también en sintonía con el Dharma, el cual es también una especie de ritmo. Finalmente Lonchenpa nos exhorta a descansar en el océano transparente del dharmakaya:
Habiendo comprendido que los varios fenómenos externos son como los sueños o la magia,
déjalo todo en la naturaleza uniforme del cielo. Sin aceptar ni rechazar, deja ir el pensar en ello.
Al hacer esto, lo que sea que aparezca es la naturaleza eterna e innata de la mente.
La naturaleza infinita, como es, ocurrirá.
Así, cuando sea hora de irse a dormir,
descansa en la naturaleza esencial de la mente que no ha nacido,
en el estado libre de las fabricaciones de la percepción.
Twitter del autor: @alepholo