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Serguéi Eisenstein fue uno de los más innovadores y radicales creadores cinematográficos del siglo XX, y como otros gigantes del cine (como Orson Welles) dejó una serie de notas y proyectos sin terminar. Uno de los más exigentes fue el de llevar a la pantalla grande Das Kapital, probablemente el tratado de economía política más influyente de la historia, obra del filósofo y activista alemán Karl Marx.
Eisenstein jugó con la idea de filmar este libro después de terminar Octubre en 1927-8, que al igual que El acorazado Potemkin (probablemente su film más conocido) conjuga la revisión de los tumultos sociales y bélicos de la Rusia comunista con lo que el cineasta llamaba "nuevo cine", en contraposición al "antiguo cine", donde la narrativa lineal sería sustituida por una "dramaturgia esférica", toda una nueva manera de contar historias a través del medio cinematográfico, comunicándose directamente con el cerebro de las personas, por así decirlo, en lugar de empaquetar las historias en dispositivos prefijados y esperables. Hacia 1929, Eisenstein escribe a su amigo Léon Moussinac:
La 'proclamación' de que voy a hacer una película de Das Kapital de Marx no es una campaña publicitaria. Creo que las películas del futuro van a ir por esta dirección (¡o de lo contrario van a estar filmando cosas como La idea de la Cristiandad desde el punto de vista burgués!). En todo caso, van a tener qué ver con la filosofía... el campo es absolutamente nuevo. Tabula rasa.
¿Pero cómo retratar en una película conceptos y nociones marxistas como lucha de clases, dictadura del proletariado, valor de uso y valor de cambio, fetichismo de la mercancía, o incluso "capital", palabra latina que significa "cabeza" y sobre la que muchos filósofos y economistas antes y después de Marx han teorizado y pensado?
Lo que intrigaba a Eisenstein no era cómo representar el capital --una abstracción finalmente-- sino cómo mostrarlo en pantalla sin caer en la trampa ideológica de filmar la bolsa de valores y las fábricas y los obreros para dar una (falsa) impresión de que el capitalismo era una máquina bien aceitada que funcionaba sin apenas supervisión; sus notas al respecto (apenas 20 páginas) son interesantes no sólo por la forma en que lee la obra de Marx sino porque la lee desde su particular visión sobre el futuro del cine: "En el cine antiguo, una trama es elaborada desde diferentes perspectivas. El nuevo cine utiliza el montaje para desarrollar una perspectiva desde múltiples tramas". Como diría Walter Benjamin más o menos por las mismas fechas, "no hay afuera del capital".
El director alemán Alexander Kluge rescató las notas de Eisenstein y montó un filme monumental de casi 9 horas de duración que no se parece a una película convencional ni a un documental. La crítica Julia Vassilieva ha escrito un análisis a fondo del filme, y si tuviéramos que extraer una reseña sobre qué se puede esperar de tan épico trabajo tendríamos que echar un ojo al reparto, guiados por ella:
El poeta y ensayista Hans Magnus Enzensberger compara el alma del hombre con el alma del dinero; el autor Dietman Dath comenta sobre el significado de la hoz y el martillo en la bandera soviética, y aborda la industrialización; la actriz Sophie Rois recuerda a Medea, enfatizando la diferencia entre el amor aditivo y sustractivo; el recientemente fallecido director Werner Scroeter monta la ópera de Wagner Tristán e Isolda en el puente del Acorazado Potemkin; el filósofo Peter Sloterdijk habla sobre Ovidio y la metamorfosis del valor agregado; el poeta Dürs Grübnbein interpreta la estetización del Manifiesto Comunista de Bertolt Brecht; el científico cultural Rainer Stollman explora la multiplicidad de significados en los escritos de Marx sobre ciencia, arte, narrativa, filosofía y poesía; y el trabajador acerero retirado Atze Muckert habla sobre su experiencia leyendo Das Kapital, en donde Marx ciertamente lo explica todo.