Comúnmente se suele atribuir la obesidad a las malas decisiones individuales o a la incapacidad de una persona para controlar sus apetitos. Si bien claramente lo anterior tiene una importante influencia, es indudable que un factor a considerarse tiene que ver con los alimentos que están rápidamente disponibles en el entorno y la forma en la que estos alimentos se presentan a los individuos (a bajo costo, como naturales y saludables o bajo atractivos paquetes, etcétera).
Los niveles de obesidad en México se han triplicado desde la década de los 80 y actualmente más de 70% de los adultos entra dentro del rango de sobrepeso u obesidad (en el norte del país esto es aún más pronunciado). Esto ha hecho que México encabece la infame lista de los países más obesos del mundo, de acuerdo con varios rankings. El segundo lugar lo ocupa su vecino, Estados Unidos, a quien México le debe estar agradecido, como un compadre en un buffet, por esta grossa tendencia.
Un estudio del Institute for Agriculture and Trade Policy presenta un convincente argumento con el que concluye que el descomunal incremento en la obesidad de los mexicanos debe explicarse por la inundación de alimentos conducentes a esta condición luego del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) a principios de la década de los 90.
Según ha resumido el World Watch Institute la investigación analizó diferentes alimentos y productos para la agricultura estadounidenses que entraron a México después del TLCAN, específicamente en las categorías de refrescos, snacks, carnes procesadas y lácteos. Se midió también el flujo fronterizo de productos como la soya, el maíz y los granos de soya que son utilizados en el procesamiento de alimentos. Los resultados que obtuvieron sugieren que el incremento en el consumo de productos poco saludables significó un aumento de 12% de obesidad entre 2000 y 2006, en correspondencia con la implementación del TLCAN.
El doctor David Walllinga, uno de los autores del estudio, señaló: "Lo que las personas comen depende en gran medida de cuáles son los productos comestibles de más fácil acceso en su entorno". La investigación sugiere que gran parte del problema tiene que ver con el incremento en el consumo de refrescos o sodas que se ha desatado a partir de la implementación de este tratado de libre comercio trilateral. A los mexicanos parecen fascinarles los refrescos (al parecer no se trata solamente de genética o de una especie de lastre metahistórico, más allá de que se tenga en México una relación problemática con la comida, siendo un país eminentemente "oral", siguiendo la terminología de Freud; la obesidad es política).
El World Watch Institute agrega que a partir del TLCAN México ha sufrido una "revolución de los supermercados" y hoy en día más de la mitad de los alimentos son vendidos en supermercados y tiendas de conveniencia, esto tiene como consecuencia que alimentos orgánicos locales más sanos estén siendo desplazados o sean más caros.
El estudio mencionado recomienda que México pueda implementar un impuesto para regular el comercio de alimentos e incentivar opciones más sanas, pidiendo el apoyo de la comunidad internacional. Un ejemplo de esto es Finlandia, que ha establecido un impuesto para regular el ingreso de ciertos productos lácteos, o algunas islas del Sur del Pacífico que han implementado tarifas a "alimentos chatarras". Sin embargo, "ningún país de una población más significativa ha seguido [este ejemplo]", de acuerdo con el profesor Barry Popkin de la Universidad de Carolina, por cuestiones de "voluntad política". Popkin ha trabajado con las autoridades mexicanas en el desarrollo de un sistema de etiquetado que advierta a los consumidores sobre los contenidos reales de los alimentos procesados, pero, según señala, no ha recibido apoyo más que de algunas compañías, las cuales deben apoyar la medida para que sea viable ya que tienen mucho peso en el esquema económico del país.
Es evidente que la obesidad es multifactorial, pero es indudable que una de las principales causas tiene que ver con el neoliberalismo que ha ido eliminando los antiguos hábitos más ligados al autoconsumo o a la producción de alimentos agrícolas no procesados. A Chile este sistema económico le dio el regalo de la depresión, a México el de la obesidad.