El tema del alcohol y los niños es sensible; probablemente nadie se aventuraría a decir que dejarlo a su alcance y permitirles ponerse una borrachera es una buena idea. Sin embargo, antes de que un niño haya probado su primer sorbo de alcohol ya ha presenciado a las personas que lo rodean consumiéndolo, lo cual le ha permitido absorber información sobre cómo lo hacen --¿solos o en grupo?, ¿con alimentos o sin ellos?, ¿felices o deprimidos?, ¿con frecuencia o esporádicamente?, ¿en exceso o con moderación?, y todos estos datos son parte de lo que posteriormente determinará los patrones de conducta y hábitos con respecto al alcohol.
En Italia el senador Dario Stefàno realizó una propuesta de ley controversial, pues obligaría a las escuelas a incluir en su temario 1 hora de clase de cultura del vino a la semana, a partir de los 6 años de edad. Es decir, el mismo tiempo que dedican a aprender música o cualquier otra actividad cultural. Además, los menores no tiene permitido beber vino durante la clase; el objetivo de esta ley es enseñarles la importancia cultural del alcohol. En palabras del senador Stefàno: “No estamos intentando enseñar a los niños a beber… ha sido demostrado que el conocimiento crea bebedores responsables. Esta sólo sería una asignatura extra que enriquecería la educación de nuestros estudiantes”.
Algunos estudios han sugerido que darle a los niños pequeñas pruebas de alcohol está asociado con problemas posteriores con la bebida. Sin embargo, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, países como Italia, Francia y España, en los que beber vino con los alimentos forma parte de las costumbres cotidianas, tienen menos problemas con los hábitos etílicos de sus ciudadanos. Esto puede deberse a que si los niños observan cómo los adultos aprecian el vino, su olor, sabor y demás propiedades al tiempo que lo consumen acompañados de alimentos y con moderación, ello podría tener un efecto importante en sus vidas cuando sean mayores.
Hay algunos datos que sustentan el valor de la iniciativa italiana; por ejemplo, en Estados Unidos existen estadísticas de cómo los estudiantes universitarios tienen a abusar menos del vino que de otras bebidas alcohólicas, además de mostrar cómo los estudiantes estadounidenses tienen mayor proclividad a las borracheras que los franceses, a pesar de que estos últimos viven en un país donde el consumo de alcohol por persona es cuatro veces mayor. La diferencia radica en que en el país europeo el vino usualmente se consume con las comidas, de tal manera que está presente cotidianamente pero no en exceso.
El consumo excesivo de alcohol de los ciudadanos de un país es una cuestión de salud pública, y la propuesta del senador italiano es una alternativa para sacar el mejor partido de la cultura vinícola de su país y mejorar la relación de las generaciones venideras con esta sustancia ya que, en realidad, lo que los niños no aprendan en la escuela con respecto al alcohol lo aprenderán, para bien o para mal, de otras fuentes.