Cuando hablamos de creatividad y originalidad debemos enfrentar ciertas creencias muy difundidas al respecto. Por ejemplo, una de ellas es esa que dicta que hay personas que nacen con poderes creativos superiores y están destinados a la grandeza, de tal forma que esos son los líderes y el resto estamos predestinados a ser simples seguidores. El psicólogo organizacional Adam Grant reta estas nociones en su libro Originales: cómo los inconformistas mueven al mundo. Según Grant, todos podemos incrementar nuestra creatividad y aprender de estas grandes mentes aquellos hábitos que los hacen quienes son y les han permitido transformar el mundo en que vivimos de una forma u otra. De acuerdo con él hay tres características o hábitos de estas grandes mentes a quienes da el nombre de “originales” y que pueden decirnos mucho sobre la creatividad.
1. Los originales procrastinan
Procrastinar es dejar las cosas para después y Edward Young describió esta costumbre como como “el ladrón del tiempo”; sin embargo, según Grant, muchos de los individuos que consideramos como las grandes mentes de la historia fueron procrastinadores. ¿Entonces cómo lograron algo si siempre dejaban todo para después? Bueno he ahí el quid del asunto: básicamente, en ésta como en muchas otras cuestiones, ningún extremo es bueno. Por un lado la gente que espera hasta el último minuto está demasiado apresurada para tener ideas y aquellos que en lugar de procrastinar, precrastinan, es decir que realizan las tareas inmediatamente, están demasiado estrellados como para tener ideas. De tal manera que hay un punto de equilibrio, un camino de en medio, algo que el psicólogo califica como “procrastinación moderada”, la cual ciertamente permite incrementar la creatividad.
El mecanismo funciona de la siguiente manera: la persona en cuestión recibe una tarea, que por supuesto decide postergar y mientras esto sucede la idea es como una semilla en el fondo de su mente que germina mientras realiza otras actividades. Entonces, en el devenir de su cotidianidad va teniendo ideas al respecto; esto es como un tiempo de incubación creativa que finalmente lleva a un hallazgo creativo. Por ejemplo, Leonardo da Vinci se tardó 18 años en terminar su famosa Monalisa, pero su trabajo resultó visionario y marcó un parteaguas en la historia del arte. De acuerdo con Grant, dejar la tarea hasta el último minuto les permite a los creativos mantenerse abiertos a nuevas ideas. Martin Luther King encontró la inspiración de último minuto para dar su famoso discurso en el que empieza diciendo “Tengo un sueño…”.
2. Los originales buscan opciones
Frecuentemente las ideas más originales no vienen de las mentes más especializadas, sino de aquellas que están dispuestas a abordar los problemas desde una perspectiva más amplia. Según Grant, “el sello distintivo de la originalidad es rechazar el estándar y explorar si existe una mejor opción”. Las personas creativas tienen montones de malas ideas y unas cuantas buenas, que son las que finalmente los hacen célebres, por lo cual el psicólogo recomienda dejar ir la ansiedad que nos puede provocar el pensamiento de ser juzgados por nuestras malas ideas. Por regla general, las grandes mentes producen muchos trabajos para lograr unas cuantas obras maestras. El escritor Ray Bradbury, por ejemplo, nunca fue a la universidad pues su familia carecía de los recursos económicos para costearlo; se quedó en su pequeño pueblo, pero no por eso sin opciones. Fue a la biblioteca y se enamoró de los autores detrás de los libros. Decidió ser escritor y se dedicó a escribir una historia diaria. Algunas fueron aprobadas para ser publicadas, otras no, algunas más ganaron premios años después. El punto es que el monto de obra que creó fue mucho mayor que el que finalmente alcanzó reconocimiento. Así que el corazón de esta enseñanza es que si queremos tener mejores ideas o resultados tendremos que probar muchas malas ideas, porque esto es parte del proceso creativo que nos lleva a encontrar respuestas diferentes.
3. Los originales fracasan
Puede ser que las mentes maestras mostraran mucha seguridad al proyectarse al mundo exterior o que simplemente el gesto de retar lo establecido nos dé esa impresión. Pero en realidad, en su fuero interno tienen tantas dudas como cualquier otra persona. Sin embargo, dado su carácter creativo esto no los detiene sino que los lleva a realizar una serie de planes de alternos que cubran diferentes escenarios y emergencias, un respaldo.
La cuestión es que los originales no se dejan aplastar o detener por sus dudas. No permanecen en el miedo hasta que éste los paraliza sino que continúan avanzando, de tal manera que cruzan esa parte del proceso en el que se dicen cosas como “¿qué diantres estoy haciendo?” o “¡esto es una basura!” a la parte del proceso en el que la creatividad repunta y entonces vuelve el entusiasmo por el proyecto y la certeza de que se debe realizar. El punto medular es que a pesar de sus dudas “los originales” toman riesgos, es decir que la idea de fracasar no les resulta tan terrible como la idea de no intentarlo. Es justamente este último punto el que deja muy claro por qué las grandes mentes son tales, porque para ser original o creativo no tienes que ser el mejor, sólo tienes que ser fiel a ti mismo y por lo tanto, diferente.