VIOLETTA, el torso humano

Aloisia Wagner nació en 1907 cerca del puerto de Hamburgo, en el norte de Alemania. Una criatura perfecta en todos los sentidos, menos por el hecho de que no tenía brazos ni piernas. Sucede que la bebé sufría de un síndrome denominado como Tetra-amelia, un trastorno congénito, recesivo y autosomal que se caracteriza por la falta total de extremidades, rasgo bastante inusual en el ramal de las posibilidades humanas.

Quizás en el seno de una familia convencional de aquellos tiempos, esta anatomía truncada hubiera generado rechazo o abandono; sin embargo, los padres de la niña inconclusa, haciendo gala de su carácter teutón, arroparon la carencia de apéndices como un impedimento de lesa importancia, procuraron enseñarle a su hija a valerse por sí misma y se esforzaron por inculcarle que no esperara o aceptara un sentimiento de lástima de los demás.

Bajo la noción de “lo que nunca se ha tenido no se puede echar en falta”, Aloisia sobrevino a su condición y con el tiempo dominó las improbables tareas cotidianas de peinarse ella sola, vestirse, insertar una aguja y coser utilizando únicamente su boca y movimientos de cabeza. También desarrolló una notable habilidad para desplazarse saltando sobre su pelvis y contrajo matrimonio portando el anillo alrededor del cuello.

Cuando cumplió los 15 años decidió unirse a los espectáculos de variedades que explotaban la deformidad humana para el entretenimiento de las masas. Adoptó el nombre artístico de “Rosa Violetta” y pronto se convirtió en “Violetta, la mujer tronco”, una de las protagonistas más conocidas de los freak shows de la época. De esta manera consiguió independizarse de su familia y comenzar su aventura en el cuestionable mundo de la farándula de las rarezas anatómicas.

En 1924, auspiciada por Sam Gumpertz, un oscuro hombre de negocios y principal impulsor de las ferias de fenómenos americanas, emigró a Estados Unidos donde terminó de consolidar su carrera sobre los escenarios como cantante en Dreamland de Coney Island y los circos Ringling Brothers y Barnum & Bailey.

Quizás sea difícil comprenderlo a la distancia, pero en aquellos momentos la deformidad humana impulsaba al estrellato. A pesar de que en ocasiones los que realmente se enriquecían a costa de la discapacidad no eran los mismos que la sufrían, al menos los espectáculos les proveían a los protagonistas de la posibilidad de una vida plena.

En 1940 Wallace Stort publicó en la versión inglesa de la revista Life una crónica que narraba sus impresiones en torno a la experiencia de ver a Violetta sobre el escenario.

Twitter del autor: @cotahiriart

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