¿Qué ocurre en tu cerebro durante un ataque de pánico?

Hasta hace unos cuantos años el término "ataque de pánico" era bastante inusual y pocas veces lo escuchábamos referido en una conversación. De pronto, de la mano del estrés epidémico y la creciente ansiedad de las sociedades contemporáneas, esta condición pareció masificarse hasta tornarse algo bastante común. Sin embargo, su actual popularidad no matiza lo infernal de las sensaciones que la caracterizan.  

De acuerdo con el National Institute of Mental Health de Estados Unidos los ataques de pánico son episodios en los que se presentan altos grados de ansiedad o miedo, con síntomas como taquicardia, sudoración, dificultad para respirar o incluso asfixia. La sintomatología genera a su vez cuadros de angustia y confusión que sumergen a quien los padece en una tajante pesadilla. 

Científicos que se han dedicado a estudiar la naturaleza de los ataques de pánico han detectado el origen de este fenómeno. Según un artículo del New York Times, estos episodios se generan cuando los transmisores químicos del cerebro que se encargan de procesar las emociones no funcionan adecuadamente. De algún modo, durante el ataque de pánico tanto el sistema nervioso como el cerebro son los responsables de desatar los síntomas. Es decir, no se trata de un cuadro físico como tal, pero tampoco puramente mental, sino que se manifiesta en un plano neuronal. 

De acuerdo con un estudio realizado en la University of Central London, durante un ataque de pánico se acelera una región del cerebro en la que se procesan el miedo y el dolor. Y como advierte el autor de dicha investigación (por cierto, publicada en Scientific American), Dean Mobbs: "cuando nuestros mecanismos de defensa funcionan incorrectamente, esto puede provocar una exageración desmedida de la amenaza, lo cual provoca una gran ansiedad y, en casos extremos, pánico".

Tan sólo en EEUU se registran anualmente más de 6 millones de episodios de ataques de pánico. Por esta razón resulta importante familiarizarnos con la naturaleza de dicho fenómeno para, así, poder lidiar con él. A fin de cuentas se trata de un incentivo más para el autoconocimiento (como especie humana), con el fin de vivir mejor.  

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