Mucho se ha dicho sobre qué es el arte, desde si imita a la naturaleza (o viceversa) hasta si tiene una utilidad o está exento de toda preocupación mundada, incluso moral (como quería Oscar Wilde en su delirio dandy). Actualmente el arte, en su aspecto popular y masivo, parece ser un esclavo del mercado. Quizás ello merece que recordemos la genial definición que hizo el pintor Wassily Kandinsky sobre el arte. En su libro Sobre lo espiritual en el arte, Kandinsky escribe:
En el gran arte, el espectador siente un gozo correspondiente en sí mismo. Tal armonía o contraste de emoción no puede ser superficial o insignificante; de hecho la tonalidad [Stimmung] de una imagen puede profundizar o purificar aquella del espectador. Esas obras de arte por lo menos preservan el alma de lo burdo; la aclimatan, por así decirlo, para elevarse a una cierta altura, como las claves de entonación a las cuerdas de un instrumento...
Cada imagen encierra la totalidad de la vida, toda una vida de miedos, dudas, esperanzas y alegrías. ¿Hacia dónde se mueve está vida entera? ¿Cuál es el mensaje de un artista competente?... Armonizar con el todo es la tarea del arte.
Kandinsky agrega que el artista es como alguien que está en la parte superior de una pirámide y ofrece "alimento espiritual" a aquellos que están "en el segmento inmediatamente inferior y que mañana extenderán sus manos entusiastas". Y concluye que "cada hombre que se llena de las posibilidades espirituales de su arte es un valioso ayudante en la construcción de la pirámide espiritual que algún día llegará al cielo".
Para rematar, la definición del compatriota de Kandinsky, el cineasta y poeta Andrei Tarkovsky: "A través de la imagen se sostiene una conciencia de lo infinito: de lo eterno dentro de lo finito; de lo espiritual dentro de lo material, se da forma a lo ilimitado". Entre estas dos definiciones nos podemos acercar al más sublime entendimiento de la naturaleza del arte.