Los exóticos micromundos contenidos en un trozo de carbón

Ver el mundo en un grano de arena

William Blake

Las imágenes microscópicas forjan un vínculo extraordinario entre la ciencia y el arte; el fotógrafo que trabaja con microscopios nunca sabe lo que va a encontrar. Las fotografías de Ingrid Graz, ingeniera de Cambridge, tienen un encanto muy particular: retratan carbones amorfos (carbones de diamante) depositados en vidrio y revelan cartografías fantásticas que nunca imaginaríamos que existen dentro de ese material oscuro y deshidratado.

El carbón contiene sustratos de elastómeros (es decir, no metales con comportamiento elástico) que muestran formaciones fluviales y que, fuera de contexto, podrían ser confundidos con paisajes aéreos bajo un sol de tarde. Es como si el carbón, en su negrura, guardara rayos de sol –o al mismo Sol– dentro de sí. Los pliegues y cadenas montañosas que se ven en las imágenes son creados por la concentración de elastómeros a distintos rangos de temperatura y presión.

Esta investigación en particular estuvo abocada al posible uso de estos materiales en aparatos electrónicos, ya que podrían servir de protección a dispositivos frágiles. Pero además de ello, Graz publica sus descubrimientos visuales en línea para que quede testimonio de la belleza y las correspondencias físicas entre lo macro y lo micro, la piel de una serpiente y el interior de un polímero. Su serie de imágenes de PDMS (polidimetilsiloxano) sugiere que el lente del microscopio está mirando, en lugar de a un polímero elastómero, al firmamento. Las formaciones invisibles de los sustratos, en este caso del oro, revelan residuos de cuerpos celestes, quizá reflejados otra vez por el Sol (que es también el oro). Con estas imágenes tenemos acceso a estéticas que serían invisibles a nuestros ojos, a topografías doradas que se generan por el aumento o disminución de partículas, y que son capturadas en un instante irrepetible. 



 

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