Según publicó The Guardian, en Gran Bretaña los estudiantes de filosofía son los que más drogas consumen. Los filósofos, sugiere una encuesta realizada entre más de 5 mil estudiantes en 21 universidades, son los que más experimentan con sustancias psicoactivas, con un 87% de ellos habiendo tomado alguna de ellas. El sondeo, realizado por el sitio de la Universidad de Cambridge, The Tab, muestra que los filósofos toman casi 30% más que los estudiantes de medicina, quienes tienen acceso a las drogas de manera más directa. Sin embargo, la encuesta parece sólo tomar en cuenta sustancias psicoactivas recreacionales, no farmacéuticos controlados, los cuales ciertamente son "drogas duras" (y de haberlo hecho, los resultados serían probablemente muy distintos).
Evidentemente hay que tomar el sondeo con un (gran) grano de sal, pero quizás sí revele una tendencia extrapolable también a otros países. The Guardian lo explica así: "una teoría es que la filosofía --más que cualquier otra disciplina-- requiere que uno recalibre los portales de la propia conciencia para activar los aspectos no ordinarios de la inteligencia... Por ejemplo, el gran filósofo Thomas Nagel escribió: 'Quiero saber lo que es ser un murciélago para un un murciélago. Sin embargo, si trato de imaginar esto, estoy limitado por mi propia mente, y esos recursos son inadecuados para la tarea propuesta'". Así que las drogas serían la forma en la que los filósofos intentan ir más allá de su conciencia personal para conocer el mundo. Esto dentro de los ambientes llenos de experimentación de las universidades y el abundante flujo de sustancias. Algo quizás en ese temprano fervor nubla la conciencia y no permite ver que existen otras formas de expandirla, sin sustancias psicoactivas, para investigar con mayor precisión la naturaleza de la realidad.
Existe claramente una tradición de pensadores, no necesariamente filósofos, que han utilizado las drogas para profundizar en su campo de estudio... y de alguna manera todos ellos han acabado haciendo filosofía. Por ejemplo el psicólogo William James con su gas de la risa investigando la variedad de las experiencias religiosas (como tituló uno de sus grandes libros), Aldous Huxley con la mescalina y sus "puertas de la percepción" o Tim Leary, otro psicólogo de Harvard que se convirtió en filósofo luego de experimentar con los hongos y el LSD.
En una nota más moderada publicada en The Guardian, Stuart Jeffries recuerda que Epicuro experimentó con una droga llamada tetrapharmakos y escribió bajo su influencia un tratado sobre los cuatro principios para llevar una existencia feliz o conseguir la ataraxia, el estado de menor perturbación posible, por lo que de alguna manera habría usado una droga para sugerir que las drogas deben evitarse (y todo lo que inquieta y perturba la conciencia y la vida misma), ya que si bien es apropiado buscar el placer, es aún más importante evitar el dolor y los excesos que traen luego sufrimiento. Claro que esto es una lectura a la distancia que hace muchas interpretaciones libres, pero podríamos sugerir con Epicuro que las drogas no son muy sostenibles dentro de la labor filosófica puesto que producen una racionalidad distorsionada o un subibaja difícil de conciliar con un sistema sólido y constante de conocimiento. Ahora bien, si lo que uno quiere saber es cómo se siente ser un murciélago o incluso un Centauro, quizás sea necesario tomar una droga.