Este jueves 11 de febrero es un día histórico para la ciencia y, específicamente, para la física. 100 años después de que Albert Einstein predijera a través de su teoría de la relatividad la existencia de ondas gravitacionales como consecuencia de la aceleración de objetos con una masa específica en el espacio-tiempo, finalmente un grupo de científicos pudo confirmar la veracidad de estas vibraciones primigenias en la colisión de dos agujeros negros situados a más de mil millones de años luz de distancia de la Tierra.
El hallazgo corrió a cargo de un gran equipo de físicos trabajando conjuntamente con el Laser Interferometer Gravitational-Wave Observatory (LIGO), institución científica dividida en dos instalaciones ubicadas en Washington y Luisiana, Estados Unidos, en donde un par de antenas en forma de L recibieron una vibración de 50 veces más energía que todas las estrellas del universo juntas.
Al escuchar esta vibración, los científicos observaron que provenía de un par de agujeros negros a mil 300 millones de años luz que giraban y se acercaban entre sí a una enorme velocidad hasta que colisionaron, provocando una enorme explosión. De este choque surgieron ondas gravitacionales que llegaron hasta nuestro planeta y las cuales pudieron registrarse gracias a una adecuada calibración de instrumentos, con lo cual se encontró evidencia factible para las predicciones teóricas de Einstein.
El descubrimiento, por otro lado, también tiene una alta dosis de poesía natural, pues además de que implica ver lo que no vemos pero que siempre ha estado ahí, se trata de una constatación de existencia de uno de los niveles más profundos de la realidad.
También en Pijama Surf: 10 cosas que no sabías sobre la fuerza de gravedad