Un reporte del Banco Mundial desalienta el tecnooptimismo generalmente asociado al Internet como herramienta civilizatoria; se trata de una revisión del impacto que tienen las nuevas tecnologías (con especial énfasis en el uso y acceso a Internet y redes sociales) en países pobres y en vías de desarrollo.
El reporte está basado en lo que llaman “dividendos digitales” (si vemos el Internet como una inversión de los países en su propio desarrollo, ¿qué obtenemos?), los cuales se resumen en crecimiento económico para el país y acceso a la educación, especialmente de los más jóvenes.
El problema está en que los dividendos digitales no se reparten equitativamente entre las poblaciones vulnerables de los países en desarrollo, lo cual, a la larga, agudizará la brecha entre ricos y pobres.
A pesar de esfuerzos de compañías como Google y Facebook que han tratado de innovar en cuanto a opciones de cobertura global de Internet, garantizar el acceso a las herramientas digitales, al menos en los jóvenes, genera nuevas disputas y nuevos problemas de reparto de recursos.
Un ejemplo de esta desigualdad podemos verlo a gran escala en países en vías de desarrollo: mientras los países ricos pueden invertir en la educación de los niños incluyendo temas de gran auge económico, como la programación y la robótica (lo que a la larga producirá un proletariado digital con precariedades particulares), la brecha entre este tipo de educación y la que tienen muchos niños en las sierras de México o en las favelas de Brasil conduce a una especie de subordinación tecnológica con respecto a países más desarrollados y con mayor infraestructura digital. Eso sin olvidar lo que podríamos llamar problemas de primer mundo del Internet: la saturación informativa, la sobreexposición a la chatarra consumida y vuelta a consumir de las redes sociales y la participación en un mercado de consumibles abastecidos periódicamente por la industria informática (o síndrome "¿cuándo sale el nuevo iPhone?").
Aunque pudiera parecer que la alarma del Banco Mundial va dirigida a arruinar la fiesta de los nerds de Silicon Valley que tratan de salvar el mundo (y que parece dejar de lado el involucramiento de los gobiernos en los rezagos educativos previos a la “era de la información”), es conveniente recordarnos que el Internet sigue siendo lo que fue al principio: una herramienta, y que el acceso a las herramientas de cada época de desarrollo tecnológico (desde el fuego hasta el bronce) trae consigo nuevos repartos en el esquema de poder, que en nuestros días se juega en una arena global.