Budismo y política: ¿Es la democracia una mera ilusión? ¿Qué sistema encarna las enseñanzas de Buda?

El budismo es una corriente de pensamiento y una práctica espiritual difícil de definir y conceptualizar --y en esto quizás yace su gran aportación a la cultura humana. Se dice que el budismo no es una religión porque no considera que exista una divinidad creadora absoluta, pero por otro lado el budismo requiere necesariamente de lo que tradicionalmente se entiende como prácticas religiosas; a su vez, el budismo utiliza deidades en sus disciplinas espirituales, si bien no les confiere una existencia independiente. Algunos han definido al budismo como una filosofía espiritual o una religión no teísta; occidentales más escépticos lo consideran una psicología solamente. Hay que decir que todos estos son conceptos proyectados desde un pensamiento atiborrado de conceptos como es el pensamiento discursivo occidental y la esencia del budismo como de cualquier otra religión o filosofía no puede comunicarse con conceptos sino que debe experimentarse y practicarse.

Lo que es evidente es que el budismo no es un sistema político, por lo cual no tiene una ideología política definida. Sí, en cambio, tiene lineamientos o principios éticos y espirituales de los cuales se desdobla un accionar político. En diferentes textos se recogen enseñanzas de Buda que pueden tomarse como fundamentos políticos: "Cuando el gobernante de un país es justo y bueno, los ministros son justos y buenos; cuando los ministros son justos y buenos, los oficiales son justos y buenos; cuando los oficiales son justos y buenos, los servidores son justos y buenos; cuando los servidores son justos y buenos, las personas son justas y buenas" (Anguttara Nikaya).

El Dalái Lama dijo en una conferencia en Washington, de manera bastante política, que el budismo siente gran afinidad con los valores democráticos: "La institución que el Buda estableció fue la sangha o la comunidad monástica, que funciona mayormente en líneas democráticas. Dentro de esta fraternidad, los individuos son iguales, no importa su clase social o casta. La única diferencia de estatus depende de su prima de antigüedad en su ordenanza". El Dalái Lama también manifiesta que dentro del exilio la organización budista actual busca poner en práctica los valores democráticos. A lo que se suma su declaración de que la institución del liderazgo a través de la reencarnación será interrumpida con él y a su muerte se llevará una elección democrática. El budismo tibetano por siglos ha elegido a su líder a través de un sistema de reconocimiento de la reencarnación de los lamas, basado en astrología y en las mismas direcciones que el Dalái Lama indica antes de morir. Se considera que existen dos tipos de reencarnaciones, aquella a la que un individuo es arrastrado por las fuerzas del karma y aquella de un boddhisattva que decide reencarnar voluntariamente y por lo tanto tiene control de su encarnación. 

Es conocido y a veces criticado que el Dalái Lama ha tomado un cariz eminentemente político en su liderazgo y que muchas de las tradiciones del budismo tibetano --debido a las condiciones peregrinas del exilio, entre otras razones-- se encuentran al borde de desaparecer. Adaptarse al espíritu de los tiempos es quizás necesario, pero es difícil saber si no resultará en la pérdida de una sabiduría milenaria. Ciertamente no podemos decir categóricamente que el budismo es y ha sido "democrático", ni que esto sea deseable sólo porque actualmente se acepta convencionalmente la democracia como el sistema al cual deben tender la naciones. Thinley Norbu Rinpoche escribe:

las personas creen que pueden elegir a la persona adecuada para que sea presidente, pero la persona que elijan cambiará. ¿Quién se mantiene siempre? También, no hay certeza de que, cuando una mayoría elija al presidente esa selección luego sea considerada un error y las creencias de la mayoría sean consideradas como falsas e ilusorias. (A Cascading Waterfall of Nectar)

En este sentido, la democracia para el budismo es un sistema defectuoso ya que se basa en principios que contradicen las bases de su filosofía: la persistencia de un yo, la permanencia de los estados y fenómenos, por ejemplo. De una manera un tanto platónica también, Thinley Norbu Rinpoche sugiere que una mente que no se ha liberado de sus propios conceptos y hábitos impuros no puede hacer una decisión consistente con los principios budistas, esto es, con la misma omnisciencia de la mente de Buda. Platón habla en La república de la necesidad de un rey-filósofo que tenga verdadero conocimiento para maniobrar el barco del Estado y que no esté sujeto a las tentaciones mundanas y por lo tanto, debido a sus logros éticos e intelectuales, sea parte de una élite. En este sentido podemos decir que tradicionalmente el budismo no es democrático, ya que también defiende un gobierno iluminado. Sin embargo, el budismo también hace una distinción entre las verdades relativas y la verdad en sí misma (el Dharma), por lo que quizás se podría argumentar que buscar la democracia, en cierto momento y cierto contexto, sabiendo de su imperfección, puede ser algo apropiado.  

Algunos críticos seculares del budismo han manifestado que históricamente el budismo se ha adaptado a los gobiernos de los países en los que ha tenido afluencia, prefiriendo generalmente la no confrontación no obstante que estos sistemas políticos hayan realizado acciones poco budistas. Sin embargo, también es cierto que el budismo ha influido positivamente en algunos gobiernos, siendo un poderoso impulso de desarrollo cultural y de establecimiento de la paz. Por supuesto, el caso más famoso es el del rey Ashoka, emperador de la India durante los años 268 a 233 a.C., quien después de presenciar la matanza de miles de personas que él mismo había ordenado se convirtió al budismo y dedicó su poderoso reino a esparcir los principios del budismo, efectuando monumentales construcciones y liberando una ola religiosa que fue fundamental en la expansión del budismo en Asia. Cuentan las historias que después de la victoria de la batalla de Kalinga, contemplando los cadáveres y la desolación de la muerte, Ashoka entendió que la victoria de esta batalla en realidad había sido una derrota (algo que parece inédito en la historia de la guerra y la política). H. G. Wells escribió sobre Ashoka que entre las vastas hileras de gobernantes en la historia: "el nombre de Ashoka brilla, brilla, casi solitario, una estrella".

Debe mencionarse el caso del emperador Shomu, quien reinó del año 724 a 749 en Japón, y quien al renunciar tomó los votos como monje budista y fue una gran fuerza cultural también. Un caso controversial, que merece mencionarse, es el de la emperadora Wu Zetian en China, quien elevó brevemente al budismo como la principal religión del imperio y es recordada por importantes construcciones de templos y estatuas. Wu Zetian, sin embargo, ha sido criticada por confucionistas como una experta manipuladora, lo que le permitió ser la primera y única emperadora de China. Críticas vienen también por el apoyo o el estrecho vínculo de autoridades budistas locales con el gobierno de países como el de Tailandia, en el cual se tiene instituida la pena de muerte en contradicción con principios budistas: en todos lados se cuecen habas. 

Buda es considerado un reformador al oponerse al sistema de castas del brahmanismo e introducir una nueva perspectiva en torno a la vieja religión de los Vedas (principalmente la inexistencia del alma individual). Pero sería equivocado pensar que su contribución es política o social sobre todo, las enseñanzas de Buda son esencialmente de una reforma interna, de una legislación de la mente (su adherencia al Dharma), y una búsqueda de la libertad interior, liberarse del mundo y sus jerarquías y órdenes efímeros, esto sin rechazar al mundo y sus estructuras, sino practicando la compasión y una mirada más profunda, libre del deseo de poder. Si somos estrictos, todo gobierno en este mundo, todo sistema político es una ilusión, es una manifestación del samsara, y sin embargo, el budismo es práctico y las enseñanzas de Buda siempre estuvieron ligadas a los contextos de sus alumnos, por lo que podemos entender la postura moderna del Dalái Lama que integra el pensamiento democrático. Dicho eso, el budismo enseña que ningún sistema político podrá traer la paz verdadera a un individuo y ningún sistema político podrá impedir que un individuo encuentre la paz si éste es impecable en su práctica. Así las cosas, aunque la política es parte del humanismo y puede ser un medio para difundir la compasión, el budismo nos diría que hay cosas más importantes que pasar el tiempo pensando en política.

 

Twitter del autor: @alepholo

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