Tempranamente condenado a una progresiva ceguera, el escritor argentino Jorge Luis Borges se asumió poéticamente como parte de una tradición literaria de eminentes escritores ciegos. En el "Poema de los dones", escribió: "Nadie rebaje a lágrima o reproche/ esta declaración de la maestría/ de Dios, que con magnífica ironía/ me dio a la vez los libros y la noche". Ciego, a Borges le estaba destinado un mundo interior de sueños y versos; velado el mundo de la sangre, la espada y la rosa (para él sólo la rosa del poema). Quizás por esto nadie ha mistificado la literatura tanto como Borges, el hombre que hizo de la biblioteca una imagen del paraíso, el único paraíso al que podía acceder, aunque al final de su vida sólo en sueños podía vislumbrar las páginas de los libros.
Lo de Borges y la literatura no fue una glorificación del escritor, como ocurre con otras figuras más viriles; fue una más humilde y entusiasta elevación de la lectura a una dimensión numinosa. Como buen hombre de letras --aunque en sus letras envidió a los hombres de acción, como un dejo o quizás más como un recurso narrativo-- Borges eligió moverse solamente por un laberinto de bloques mentales, de palabras que reflejaban antiguas luces como espejos, de los escritores que leyó como los fantasmas que se adhieren a los muebles de una casa. En otro poema Borges escribió: "Qué otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído". Recorriendo las páginas que había leído, Borges notó que las palabras, las ideas y las imágenes que había encontrado en los libros eran parte ya de su rostro, de su álgebra más íntima. La literatura, podemos decir en términos más actuales, siguiendo a Borges, es una forma de modificar nuestra estructura cerebral.
Todo esto a colación de un artículo reciente compartido por el sitio de tecnología del MIT donde se cita a Borges como precursor de una propiedad de la neuroficción. Leemos una cita de otra famosa frase de Borges en su defensa de la lectura por sobre la escritura, la cual es una disciplina menor: "Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído". Luego se nos explica que el escritor argentino tenía razón, ya que ciertas estructuras cerebrales se modifican cuando se lee ficción, según un estudio científico. Investigadores, publicando en Brain Connectivity, observaron efectos duraderos en el lóbulo temporal y otras estructuras ligadas al lenguaje en personas que leyeron algunas novelas. Otro estudio citado sugiere que leer fomenta la neurogénesis o la sinaptogénesis, nuevas neuronas y nuevas conexiones. Otro estudio reveló un incremento en la capacidad de sentir empatía, esa emoción eminentemente humana, luego de leer ciertas novelas. El psicólogo Steven Pinker definió hace unos meses la literatura como la forma en la que una mente entra en otra, una fantasmagoría literal: Borges llevaba cientos de fantasmas en su mente.
Borges no es el primer escritor que es visto como un antecedente de un descubrimiento neurocientífico. Proust, por ejemplo, ha sido citado como un precursor del funcionamiento de la memoria involuntaria: cómo una percepción sensorial puede detonar todo un continente de memoria. Los neurocientíficos, de la misma manera que los escritores (transformando en su lectura la forma en la que nos acercamos a un texto), también crean sus precursores, lo cual era una de las ideas preferidas de Borges.
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