Grecia acaba de emitir un decisivo voto en un referéndum nacional: no solo están buscando recuperar la liquidez financiera (mientras miles abarrotan los bancos buscando retirar las pensiones y ahorros de toda la vida), sino demostrar al mundo que la administración del gobierno según los tecnócratas de la Unión Europea no es la única vía de resolución de conflictos. La semana pasada escribía sobre la deuda aquí en Pijama Surf: decía, palabras más o menos, que en el pedir está el dar, y que la manera en que la deuda funciona a nivel macroeconómico funciona como una especie de marco de contención para las iniciativas individuales.
En el caso griego esto es más claro que nunca: ya no se trata de un problema económico (resolver una deuda), sino del hecho ideológico de que la deuda funciona como mecanismo punitivo y de control por parte de organismos como la UE, el Banco Mundial y los gobiernos más poderosos del mundo. La deuda siempre tiene un beneficiario, que son quienes cobran los intereses y a quienes no les conviene que los individuos o los países salgan de deudas, y prefieren acordar nuevos pactos de endeudamiento a largo plazo. Siempre hay alguien que cobra las regalías, y lo que está en juego con Grecia es la posibilidad de que otros países endeudados (Portugal, España e Italia sobre todo) sigan el camino del NO a la deuda; sin embargo, la UE ve con recelo la fragmentación del capitalismo europeo pues, como ya lo dijo el recién depuesto ministro de economía, Yanis Varoufakis, el botín a repartir es considerable:
¿Quiénes creen que van a beneficiarse? ¿Una izquierda progresista, que se levantará como el fénix de las cenizas de las instituciones públicas europeas? ¿O los nazis del Amanecer Dorado, los distintos neofascismos, los xenófobos y los criminales? No tengo absolutamente ninguna duda sobre quién de los dos sacará más de la desintegración de la eurozona.
El primer ministro griego, Alexis Tsipras, declaró hace poco que si se sentara con la canciller Merkel seguramente podrían haber encontrado una solución al conflicto griego en un par de horas; lo que la declaración deja entrever es que no se trata solamente de un problema político que puede resolverse con la mezcla usual de promesas, ofertas y tratados, sino que trasluce el desgano ideológico de organismos e individuos como el presidente del Eurogroup, Jeroen Dijsselbloem, quien afirmó que "si me meto en el lado ideológico de las cosas, no ganaré nada". El Eurogrupo y los "inversionistas" de la deuda griega presentan el conflicto como un desajuste entre variables y regulaciones de tipo administrativo; la falsedad de esta postura ha sido analizada en un artículo de Slavoj Zizek acerca de los peligros de dejar que el "conocimiento neutral de los expertos" tome el lugar de lo que antes era la política. No se trata de facilitar algunos cambios cosméticos en el modelo de la deuda griega, sino en el hecho de ver que incluso un referéndum nacional se topa con una poderosa oposición de parte de grupos de presión, que ven en el ejercicio de la democracia misma (¡incluso en el lugar donde fue inventada, como no dejan de recordarnos en el colegio!) una preocupación y un riesgo.
Varoufakis renunció con la esperanza de que su salida de la ecuación dejara a un nuevo ministro de economía en mejores posibilidades de manejar la deuda, pero antes de hacerlo, el profesor de economía (quien, según su bio de Twitter, solía dedicarse a escribir oscuros textos académicos antes de tener que vérselas con los reflectores mundiales a raíz de la crisis) comentó que, por su parte, no está "listo para soplar aire fresco en las velas de esta versión posmoderna de la década de los 30. Si esto significa que nosotros, los siempre erráticos marxistas, debemos tratar de salvar al capitalismo europeo de sí mismo, entonces que así sea. No por amor al capitalismo europeo, por la eurozona, por Bruselas, ni por el Banco Central Europeo, sino solo porque queremos minimizar la cuota humana innecesaria en toda esta crisis".
La negativa a seguir endeudándose con la Unión Europea (es decir, a seguir cavando para salir del pozo), coloca a Grecia en una posición similar a la de los "herejes", siempre siguiendo a Zizek, en el sentido en que son las grandes herejías y disidencias las que han logrado salvar o proteger algo de un legado histórico: sucedió con la Revolución Luterana misma, y en Alemania también después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el país pudo reconstruirse sin que sus acreedores del lado occidental los sumieran en la deuda. Al igual que el estado de Israel, el gobierno alemán sobrecompensa su necesidad de control a costa de una muy desconsiderada memoria histórica.
La deuda, entendida desde la lógica de la culpa, permea también los sistemas económicos, e identifica a los deudores con los "pecadores", quienes deben expiar la culpa a la vez que "representarla" frente a los otros, en un sentido teatral. Las negociaciones del gobierno griego con los acreedores de Europa nos enseñan que "el problema es que esta política de expertos está basada en una ficción", una donde "los que proveen la deuda y los que cuidan de ella acusan a los países endeudados de no sentirse suficientemente culpables", y como en el caso de Grecia, son acusados de sentirse "inocentes". En términos psicoanalíticos, Zizek identifica la posición de Grecia frente a la UE como la del yo frente al superego, la instancia de control que puede ponerse en nuestra contra como un policía de la conciencia, y que según Freud, "mientras más obedecemos sus demandas, más culpables nos sentimos".
¿Qué sigue para Grecia? ¿Separarse de Europa, buscar apoyos en coaliciones con países afines adscritos a la eurozona? Los rumores en medios griegos y agencias de noticias indican que el gobierno de Tsipras propondrá recortar al menos un 30% de la deuda, y extender el período de gracia de pagos por espacio de 2 décadas. La deuda actual de Grecia fue calificada por el Fondo Monetario Internacional como "insostenible", al alcanzar los 262 mil millones de dólares; de ser aprobada, la propuesta griega reduciría casi 78 mil millones la deuda actual. Pero aunque fuera rechazada, la postura de Grecia debe ser estudiada y criticada abiertamente por otros países, incluso fuera de Europa: nos recuerda que las instituciones humanas no son programas semiautomatizados, sino esquemas para la toma de decisiones comunes que los ciudadanos pueden hacer virar a su favor. Yo pensaría lo que pasa allá como una especie de versión macroeconómica de la famosa desobediencia civil no violenta, propugnada por Thoreau en el ámbito ciudadano: el rebelde no es el que desobedece la ley, sino el que sabe diferenciar una ley justa de la que no lo es, y actúa en consecuencia.
El caso de Grecia y otros países en deuda recuerda a los castigos ejemplares, aquellos casos donde la culpa no solo debe ser procesada legalmente para resarcir un daño, sino que los culpables deben ser expuestos a la mirada y el escarnio del público, con el objetivo de conformar una zona grisácea de lo legal donde el poder puede ejercerse de manera discrecional sin "romper la ley". Los sucesos en torno a Grecia, a partir de ahora, toman el carácter de jurisprudencia para otros países en situación de deuda: la pobreza extrema del futuro inmediato.
Twitter del autor: @javier_raya