Durante el transcurso de los siglos XVIII y XIX los japoneses hacían públicos sus avances matemáticos a través de las pinturas sangaku. Las imágenes se realizaban en los santuarios budistas con la finalidad de agradecer los descubrimientos y, al mismo tiempo, conjurar su continuación.
La extraña mezcla entre anuncio público, ofrenda y el hacer visible los descubrimientos científicos contrasta con la lógica occidental actual que regula la producción científica. Por eso resulta recomendable ahondar en el tema a través de la lectura del libro de Tony Rothman y Fukagawa Hidetoshi: Sacred Mathematics, que describe brevemente la historia de los teoremas pintados en los santuarios y explica el saber matemático que contienen.
Revisar las pinturas sangaku con la ayuda de literatura especializada es fundamental para su comprensión. Aun cuando sea relativamente fácil asociar algunas de las imágenes con figuras geométricas conocidas como el círculo o el triángulo, la mayoría de los problemas matemáticos representados siguen sin ser resueltos. El misterio y la imposibilidad de descifrar la mayoría de los teoremas posibilita la apreciación de las pinturas como obras artísticas que juegan con los límites entre el arte y la ciencia.