El rostro de Jesús es indudablemente un icono religioso y cultural, presente en miles de iglesisas, aulas y hogares alrededor del mundo. Sin embargo, pocas veces recordamos que esta imagen que nos es tan familiar en realidad responde a una especulación facial imbuida de cánones estéticos y de la intención de presentar a un ser que empate con los premisas estratégicas: un hombre varonil y a la vez tierno, generalmente representado más alto que sus discípulos, físicamente bien formado, que irradia salud y es bien parecido.
En su afán por develar el verdadero rostro de Jesucristo el médico y artista Richard Neave, auxiliado por científicos británicos y arqueólogos israelíes, se propuso reconstruir con certeza el aspecto de este personaje histórico. Tras exhaustivas labores de antropología forense los especialistas finalmente presentaron el que aparentemente fue el rostro verdadero de Jesús.
La imagen resultante muestra a una persona cuyos rasgos empatan mucho más con el perfil judaico de Medio Oriente: rasgos más gruesos, tono de piel más oscuro, cabello corto y mucho más rizado y, en síntesis, bastante distinto al Jesucristo históricamente promovido.
(Vía Popular Mechanics)