Si supieras que proporcionalmente Islandia es el principal país consumidor de marihuana en el mundo y Nueva Zelanda el tercero en ese mismo ranking, ¿qué pensarías? Muy posiblemente tu primera reacción sea la sorpresa, acompañada de cierto escepticismo. En el discurso hegemónico el consumo de drogas casi siempre se considera con una carga negativa, un hecho que acarrea circunstancias lamentables como el deterioro de la salud, la destrucción de la funcionalidad de una persona y, socialmente, violencia y crimen. Sin embargo, ni Islandia ni Nueva Zelanda son países que asociemos con dichos prejuicios y antes bien, por el contrario, sus sociedades figuran en los primeros lugares de índices de bienestar. ¿Entonces? ¿En dónde está el error? ¿En el discurso o en la realidad?
Para conocer sobre este asunto más allá de la información que usualmente se nos ofrece, la firma Recovery Brands tomó datos recabados por la ONU (en específico por su Oficina contra la Droga y el Delito) y realizó esta cartografía dinámica que nos muestra el estado de la situación en materia de drogas, en especial desde la perspectiva del consumo y el tratamiento ofrecido a los afectados por la adicción.
Salvo ciertas excepciones como El Salvador o Afganistán, quizá una de las primeras preguntas que pueden tenerse al mirar estos mapas y gráficos es por qué hay tanta disparidad entre los países consumidores (que encabezan las clasificaciones) y los países productores (que ni siquiera figuran), como si la experiencia de los “paraísos artificiales” (por citar la expresión de Baudelaire) fuera posible sólo gracias al trabajo y los problemas que se viven tras bambalinas, en los entretelones del mundo, ahí donde la sangre y la explotación son el precio que se paga para que otros disfruten de un buen viaje.