Pasar mucho rato leyendo revistas de celebridades es tener poca estima por nuestro tiempo: decir que lo mejor que podemos hacer es distraernos leyendo chismes, exageraciones, escándalos y toda una retahila de envidia, deseo aspiracional y proyecciones patológicas.
Obligado por su trabajo, los últimos años el periodista Peter Sheridan ha tenido que leer revistas de celebridades todos los días; en una reseña/crítica de este tipo de información publicada en Boing Boing se pregunta qué les pasa a las personas que leen estas revistas y si acaso están enfermas. Uno podría pensar que así es, juzgando por la cantidad de enfermedades y padecimientos que se se anuncian en People, por ejemplo. Sheridan dice que en esta revista para quienes aman a las celebridades hay 23 páginas de anuncios de medicamentos para tratar el asma, migrañas, gripe, osteoporosis, hepatitis C, meningitis, cáncer, resfriados... "No es de sorprenderse que necesitan que alguien los anime con reportajes como 'Los problemas de salud de Lamar Odom", "las traiciones y las infidelidades de los Kennedy" o "aventuras de sacerdotes predadores".
La cantidad de información inane de estas revistas llama la atención. Nos enteramos en una de ellas que "La sollozante Siri extraña a su padre", Tom Cruise, o que "La prostituta transexual de Charlie Sheen podría haber estado infectada de SIDA", así como de distracciones tales como que Elizabeth Hurley siempre lleva una bufanda y unas almendras en su bolsa, Eykah Badu es dueña de 7 mil 221 piezas de joyería de tobillos y, por supuesto, de que las estrellas son como como nosotros: compran plantas, comen sushi, llevan a sus perros a caminar e incluso tienen que cargar sus bolsas de compras.
Las descripciones de Sheridan no son ni por mucho las más radicales, y en estas publicaciones se pueden encontrar demostraciones de periodismo chatarra mucho más llamativo; lo increíble es que muestran la norma, el tipo de contenido que aparece siempre en estas revistas y aún así dominan el mercado de las publicaciones de este tipo. ¿Habría que preguntarnos entonces si no estamos todos enfermos por vivir en una sociedad cuya cultura dedica tanto tiempo a admirar a personas cuya máxima virtud es que son famosas y tienen dinero o cuerpos codiciados?