El gran filósofo y matemático Bertrand Russell tuvo una de las mentes más perspicaces y por momentos irónicas. De manera preclara se anticipó a lo que hoy es un enorme problema de salud y, según nos dice, también político: el sedentarismo y la inactividad.
Con una deliciosa e irónica penetración, Russell escribe:
Nuestra construcción mental está hecha para una vida de severa actividad física. Yo solía, cuando era más joven, tomar mis vacaciones caminando. Caminaba 25 millas al día y cuando llegaba la tarde ya no tenía necesidad de que algo me quitara el aburrimiento, ya que el deleite de sentarme era suficiente. Pero la vida moderna ya no puede conducirse bajo estos principios de extenuación física. Gran parte del trabajo es sedentario, y la mayoría de los ejercicios manuales sólo ejercitan pocos músculos especializados. Cuando las muchedumbres se congregan en Trafalgar Square a vitorear en eco al anuncio de que el gobierno ha decidido masacrarlos, no lo harían si hubieran caminado 25 millas ese día. Esta cura para la beligerancia es, sin embargo, impracticable, y si la raza humana va a sobrevivir --algo que, tal vez, sea indeseable-- otros medios deben asegurarse para encontrar una salida inocente a toda esa energía física no utilizada que produce excitación... Nunca he escuchado que la guerra emerja de los salones de baile.
Recordemos que Sócrates recomendaba bailar y, aunque nos parezca extraño, bailaba en las mañanas con sus discípulos. Quizás lo más perspicaz aquí es que Russell parece sugerir que existe una relación entre la energía física que no se canaliza y una mentalidad tensa y agresiva. En Oriente se tienen las disciplinas meditativas; Occidente, más inclinado a la demostración de vigor, necesita algo equivalente. El filósofo continúa:
La vida civilizada se ha vuelto en sí misma demasiado domesticada, y, si es que podrá mantenerse estable, debe proveer salidas inocuas a los impulsos que nuestros remotos ancestros satisfacían cazando... Creo que cada ciudad debería tener cascadas artificiales en las que las personas podrían descender en frágiles canoas, y deberían tener piscinas con tiburones mecánicos. Cualquier persona abogando a favor de una guerra preventiva debería estar obligada a pasar 2 horas con estos ingeniosos monstruos. Más en serio, se debería tomar la molestia de proveer salidas positivas al amor a la excitación. No hay nada más excitante que el momento de súbita invención o descubrimiento y muchas más personas son capaces de experimentar estos momentos de lo que se piensa.
Hay que admirar la brillantez de Russell, no sólo de los tiburones mecánicos para paliar el deseo bélico sino de su sutil sugerencia de que el hombre necesita creatividad y construir un escaparate de desarrollo creativo, el cual está ligado también a la expresión física y a la correcta administración de la energía.
Para aquellos que padecen el sedentarismo, este reparador ejercicio desarrollado luego de un estudio de 30 años analizando el dolor de espalada.