Pero más allá de las interpretaciones y las exégesis, la importancia de este dramaturgo y poeta isabelino radica en que, por su innegable genio y la manera en que supo condensar en un puñado de personajes el complejo crisol de la naturaleza humana, nunca, desde que dio a conocer sus obras, ha dejado de representarse y leerse. Esa es en buena medida la clave de su fortuna, una relación recíproca entre talento y fascinación que lo ha mantenido siempre cercano y, al mismo tiempo, resistente a la lectura última. Paradójica y estimulantemente, Shakespeare es al mismo tiempo un autor sumamente familiar, asequible, y un enigma que alimenta la apariencia de solución sin que nunca sepamos de verdad si ésta existe.
Por si fuera poco, esa ambivalencia, para mayor fortuna suya, se nutre también del enorme placer que supone encontrarse entre sus palabras. En esto Shakespeare es comparable con casi cualquier escritor del canon occidental: leerlo, escuchar sus diálogos y sus diatribas, trae consigo un goce indescriptible en el lector y el espectador, una experiencia estética que, a riesgo de exagerar e incurrir en la llamada “bardolatría” (“la adoración de Shakespeare” que, según Bloom, “debería ser una religión secular más aún de lo que ya es”), justifica por un momento la estancia en este mundo. Si para conocer a Hamlet y a Yago, a Romeo y Julieta, a Lady Macbeth y Shylock, a Falstaff, antes hay que nacer y vivir, entonces, sin duda, no serían pocos quienes tomarían el desafío.
En este sentido, The Space ofrece una buena oportunidad para acercarse o redescubrir las comedias, tragedias y dramas históricos shakespereanos, representados por 37 de las mejores compañías del mundo, también en una treintena de idiomas distintos (aunque todos con subtítulos en inglés) y todos disponibles para verse en línea.
Se trata de un mosaico verdaderamente multicultural que en cierta forma confirma una de las impresiones más recurrentes sobre la obra del bardo y, en general, del arte auténtico: la posibilidad de que, sin importar nuestra lengua y nuestra cultura de origen, nos encontremos en ella, que nos explique y nos exprese, que nos revele algo de nosotros mismos que de otra forma permanecería ignorado.
En este enlace, las 37 obras de Shakespeare: Globe to Globe, en el sitio The Space.
También recomendamos The Preface to Shakespeare, el primer trabajo crítico sobre el bardo, escrito cuando Samuel Johnson editó por vez primera las obras shakespereanas, en su original en inglés y en español.