¿Es el cuerpo humano redundante?

La incorporación de la tecnología a la vida moderna –y su inminente fusión con la corporalidad– es uno de los temas que más polémica y reflexión filosófica generan. Este perenne coqueteo con las máquinas también es materia de exploración artística, como es el caso del artista-performer Stelarc, quien ha sometido su cuerpo –su lienzo— a una serie de modificaciones en las que despersonaliza su anatomía alterándola y aleándola con aparatos electrónicos.

Stelarc primero disocia el cuerpo de la mente y luego recoloniza aquél con robots y artificios prostéticos para convertirse en una hermosa abominación. Su trabajo parece decirnos que el cuerpo no es más que un modelo transitorio que puede ser rediseñado y reingeniado en vías de experimentar la trascendencia incorpórea.

Por otro lado, el transhumanismo postula que el cuerpo humano puede ser aumentado a través de la tecnología hasta el punto de hacerlo prescindible, en la búsqueda de una inmortalidad postbiológica. En esto la humanidad estaría siguiendo los pasos de inteligencias más evolucionadas, según sugiere Paul Davies (físico de la Universidad de Arizona), quien cree que la inteligencia basada en el cuerpo es un estado transitorio. Una inteligencia más avanzada podría vivir miles de años dentro de un medio sintético.

Más allá de ser una manifestación propia de nuestros tiempos, esta manipulación del cuerpo tiene también un lado inquietante. Introducir agentes externos al cuerpo, desde prótesis e implantes hasta nuevas tecnologías (como pueden ser chips o electrodos), llega a alterar la relación que tienen las personas con su propia anatomía, formando en algunos casos diversas patologías. 

Rachel Armstrong, TED Fellow, médica y diseñadora, se pregunta sobre esta relación entre el cuerpo y la tecnología y sobre la posibilidad de que nuestro cuerpo pueda ser redundante. Según su experiencia médica en la India, las personas que reciben una alteración restaurativa en su anatomía tienen problemas para volver a retomar su propia identidad y unidad: existe una naturaleza integral psicofísica que puede ser agredida por estos procesos. Sin embargo, según cuenta Armstrong, realizando una serie de terapias bien orientadas es posible sanar las escisiones e invasiones corporales: “Cada residente tendría que trabajar para resintonizar su mente y cuerpo en una existencia sincrónica para restaurar la red de interacciones que se generan, de dimensiones ambientales fisiológicas, anatómicas, cognitivas y sociales".

Armstrong sugiere que nuestra unidad –mente y cuerpo— puede verse amenazada por una intervención corporal, pero que a fin de cuentas nuestro cuerpo también se construye y reconstruye contextualmente –es parte de un ambiente. Lo importante para poder seguir avanzando médicamente de la mano de la tecnología y poder manipular el cuerpo es concebirlo como una unidad que no separa mente y materia –y si nuestro cuerpo se divide, la mente debe volverlo a unir.  

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