Investigar sobre el multifacético creador Ernst Haeckel (Alemania 1834-1919) es adentrarse en una de las mentes más apasionantes de principios del siglo XIX. Pensador incansable, a este hombre comprometido con la ciencia y el arte se le debe la sistematización en la teoría de la recapitulación: “La ontogenia recapitula la filogenia”. La palabra ecología también fue creación suya, entre tantas otras que inventó pero que no se siguieron usando.
Haeckel comulgaba con las ideas de Darwin, y de hecho llegó a convertirse en el vocero apasionado de sus teorías evolucionistas; en cierto momento de su carrera lo reconocieron como el “antipapa”, titulo que se ganó debido a sus ideas radicales con respecto a Dios y su creación, así como también sobre la distorsión en la relación entre Dios y el hombre, que según él se denigraba con la incorrecta utilización de la ciencia y las religiones.
Aparte de sus dotes como científico y pensador revolucionario que disfrutaba del intelecto de los genios que le precedían, al igual que de sus contemporáneos, fue un artista realmente hábil, bastante diestro en el uso de la línea, la mancha, la composición y el color y, dotado de minuciosa observación científica, llegó a concebir obras de gran detalle y valor artístico, a la par que científico. Las series de placas que con la ayuda del litógrafo Adolf Giltsch culminaron en la obra Las formas del arte en la naturaleza, publicada en 1904, son piezas de tremenda belleza.
Estas 100 imágenes realizadas meticulosamente, sobre todo de la vida marina, son el legado artístico de Haeckel, que empata en belleza e importancia con varios de los tratados médicos, investigaciones astronómicas y representaciones topológicas que se ha producido en todo el mundo, poniendo de manifiesto la relación entre la capacidad imaginaria, poética e irracional y la lógica científica, exacta y racionalista como dos partes inherentes a la especie humana.
Dicha obra cumple con una de las inquietudes fundamentales en la vida de Haeckel, “la unidad de la cultura”; reconociendo a ésta como un puente entre la ciencia biológica y el arte, su deseo era crear una “estética de la naturaleza” que a fin de cuentas era el manifiesto que elevaba las ideas de la evolución, las incesantes formas y colores que se producían en todas la criaturas, a la categoría de arte.
A la hora de crear una pieza el proceso siempre se desarrolla desde lo simple hasta lo más complejo, desde los bocetos previos hasta el desarrollo de la pintura, escultura o cualquier técnica que materialice mejor la inquietud; progresivamente se abarca más y más, hasta que finalmente se llega al detalle. Lo mismo ocurrió con Haeckel: el desarrollo de las formas de vida más complejas requirió de "bocetos" previos creados por la naturaleza, indomable artista que constantemente se supera a sí misma.