Ha estado circulando en las redes sociales una nota sobre un ataque realizado por el grupo radical Al-Shabab en Kenia en abril de este año, el cual dejó 147 muertos en una universidad. En esa ocasión este grupo afiliado a Al Qaeda disparó contra los estudiantes de la Universidad de Garissa dejando también a más de 70 heridos en un terrible baño de sangre. Los asaltantes aparentemente buscaban separar y disparar a los estudiantes cristianos, según informó la BBC.
Si uno visita el sitio global de la BBC actualmente se encontrará con que esta es la nota más vista del momento, esto se debe a que ha sido compartida decenas de miles de veces en las redes sociales. Algunas personas creen que se trata de algo que pasó hoy o paralelamente a los ataques de París. Los hábitos de consumo de información a "vuelaclic" en las redes sociales rara vez se detienen a profundizar, suelen sólo leer los encabezados y percibir lo que se comparte en sus líneas de tiempo como cosas que están ocurriendo en el momento. De cualquier forma, el hecho de que esta información se haya viralizado obedece a una cierta percepción sobre el manejo de noticias en los medios y sus efectos psicosociales.
Nadie duda de que el ataque que ha dejado una cifra similar de muertos en París es atroz y merece ser condenado mundialmente, y las muestras de solidaridad se han multiplicado. Es un momento de luto y compasión con los muertos. Sin embargo, muchas personas también manifiestan una preocupación por las reacciones y el clima de violencia que se está generando y llaman a un poco de reflexión. Quizás con algo de temor a que los más de 120 muertos en París se conviertan en cientos de miles de muertos en Siria y en Irak --una conversión exponencial que tiene antecedentes como lo ocurrido con los ataques del 11 de septiembre de 2001. Las comparaciones son odiosas, se dice popularmente, y ciertamente en este momento lo que menos se necesita es más odio, más enfrentamiento. Sin embargo, también se necesita cautela y no sólo condenar a los demás sino observar también nuestra faltas y nuestros errores.
Los ataques, además de lamentablemente acabar con la vida de más de una centena de personas, han colocado al mundo occidental en un estado de alarma, lo cual significa un umbral de reacción violenta muy corto. Esto tiene que ver con el hecho de que se violó de nuevo una zona sagrada (aunque dentro del estado secular ¿también fundamentalista? que domina en Occidente) y esto se toma como un atentado contra la forma de vida de Occidente. Los muertos en París son más importantes para nosotros que los muertos de Kenia o los cientos de miles de personas que han muerto en Siria, algunos de ellos debido a ataques también orquestados por países occidentales (si bien dicen estar solamente dirigidos en contra de población armada y no de civiles como ocurrió en París; algo que al-Assad, el presidente de Siria, niega). No valuamos las vidas humanas de la misma forma; las valuamos conforme a la cercanía ideológica, racial, religiosa y demás elementos de conformación de identidad. Protegemos sólo a aquellos con los que nos identificamos. Esta es la realidad que vivimos. Nos tomamos las cosas personalmente; realmente no accedemos a lo universal. Todo esto es lógico y entendible y, sin embargo, denota cierta hipocresía si tomamos en cuenta los estandartes bajo los cuales justificamos la expansión de nuestra forma de vida, nuestra economía y nuestras ideas (me refiero a Occidente y su Estado secular global): la libertad, la igualdad, la imparcialidad en los derechos humanos, la justicia, etc.; valores que consideramos universales y por los que se ha cambiado el adoctrinamiento religioso sin detener el proceso de evangelización. Existe una impronta de superioridad moral en los países occidentales al mirar a otros lugares del mundo --y esto es el impulso colonizador, no una sincera intención de compartir los bienes de nuestro estilo de vida. Pensamos que estos actos son novedosos y singulares y por eso nos estremecen tanto, pero son consecuencias, son reacciones de una serie enorme de actos anteriores. Encontrar al culpable, buscar quién tiro la primera piedra, sería absurdo y sumamente difícil, además de que solamente perpetúa un estado similar de agresión. ¿Cómo interrumpir esta cadena de acciones y reacciones, de odio y separación en posturas políticas y religiosas en conflicto --todas las cuales en el fondo tienen una misma base ética y espiritual, pero que experimentamos como islas de identidad? Eso es a lo que deberíamos dirigir nuestra energía y nuestra fuerza: ¿cómo romper el ciclo de la violencia? Un ejemplo, esta carta firmada por cientos de académicos islámicos dirigida al Estado Islámico (ISIS, mal llamado "Estado" y mal llamado también "religión") en la que se argumenta que sus actos son antiislámicos y que la religión que dicen profesar en realidad está en contra de lo que están haciendo. Quizás esto es algo meramente marginal y probablemente no haya tenido grandes resultados, pero al menos es una búsqueda de alternativas ligadas al convencimiento pacífico y no una respuesta de violencia con más violencia.
Es importante, para concluir, señalar que lo anterior, la poca atención mundial que recibió el ataque contra los universitarios en Kenia en comparación con los ataques de ayer no debe tomarse como un atenuante para desestimar la importancia de lo sucedido en París --y la enorme complejidad que representa cómo reaccionar a esto. Sirve recordar esto, en todo caso, para ampliar el horizonte e incorporar más información a una reflexión que no debe hacerse en el calor del momento ni bajo el aturdimiento de la pasión o del prejuicio. Esto es importante porque el peligro de desencadenar una guerra a gran escala está latente y una de las cosas que pueden impedir esto es aprender de lo sucedido anteriormente. La guerra lanzada contra el terrorismo después de 2001 ha tenido la consecuencia de crear más terrorismo y abrir más heridas, en ambas direcciones (repetir lo mismo está destinado a fracasar). Si Occidente realmente tiene una "superioridad moral", como sostiene, entonces debería ser capaz de responder sin desatar niveles más altos de violencia... Algo que es poco más que una fantasía, viendo que ya se discute en los medios qué ciudad de Siria debe ser la primera en ser bombardeada.
Twitter del autor: @alepholo