Instagram nació en 2010 como una aplicación que hacía confluir dos de las cualidades más distintivas de las nuevas generaciones: la devoción por lo visual, en este caso las fotografías, y el creciente apego a la hiperconectividad, la posibilidad de compartir, husmear y conectarse con un un cuantioso grupo humano. Durante sus primeros 2 años la primera de estas cualidades pesó más que la segunda, es decir, buena parte de los usuarios privilegiaba el valor visual de las imagines que publicaba por sobre el potencial social de las mismas.
Con el tiempo, y en particular con la adquisición de Instagram por parte de Facebook, el carácter social de esta aplicación terminaría por eclipsar el afán estético o visualmente objetivo. Hoy Instagram se convirtió en un simple desdoblamiento facebookeano, una plataforma ideal para chismear visualmente y para canalizar mediante imágenes los vicios y costumbres de una cultura pop, masiva y ansiosa de compararse con el otro.
La anterior hipótesis quizá explica hasta cierto punto el por qué la foto "más popular" en la historia de Instagram, la imagen con más likes, corresponde a la media hermana de Kim Kardashian, Kendall Jenner, recostada sobre el piso, ataviada con un vestido blanco de encaje y con el pelo acomodado para formar un arco de corazones. De algún modo esta imagen sintetiza aspectos fundamentales de la actualidad masiva: aspiracional, cursi, intrascendente y con una fortaleza que recae en la maquinaria para producir celebridades que la soporta.