Como los otros elementos, el agua es capaz de ejercer una fascinación mágica sobre la conciencia humana. Simbólica y aun científicamente es una suerte de fuente primigenia, la madre original de donde surgió la vida. En ese sentido se trata de un mundo aparte, otro mundo dentro de este, al cual podemos allegarnos solo mediante la conversión absoluta de nuestros medios: para sumergirnos en ella es necesario respirar de otro modo, realizar otros movimientos, incluso cambiar nuestra postura. Y una vez dentro es inevitable sentir ese cambio, el traspaso de una frontera que dejamos atrás y que por ello mismo nos permite ser de otra manera durante unos momentos, entregarnos quizá a la acogida suave y completa del agua.
Haciendo eco de esta condición, la artista visual Lola Mitchell (nacida en París pero residente en Los Ángeles) ha elaborado estas imágenes en donde sumerge personajes imposibles en las profundidades del agua. Imposibles porque, contrario a las reglas de la lógica elemental, los seres de Mitchell –mujeres, la mayoría– aparecen arropados suntuosamente, cayendo en el instante al mismo tiempo que las holandés de sus vestidos las envuelven o parecen amortiguar esa caída.
Las imágenes al final nos sitúan entre el sueño y la muerte, la leyenda y la realidad, la mujer que existe y acaso también esa mujer irreal que, como en la rima de Bécquer, nos atrae por ese mismo hechizo que ejerce sobre nuestra percepción:
Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible;
no puedo amarte. –¡Oh, ven; ven tú!
(Imágenes vía fubiz.net)