Avi Loeb tiene una nueva idea poco ortodoxa sobre cómo buscar civilizaciones alienígenas --y no es una sorpresa.
Loeb, quien preside el departamento de astronomía en la Universidad de Harvard, ha pasado gran parte de su carrera pensando en cómo las primeras estrellas cobraron vida después del Big Bang, y cómo nacieron las galaxias.
Pero últimamente se ha intrigado con la búsqueda de inteligencia extraterrestre, o SETI, y tiende a llegar a ello de maneras inusuales.
En los últimos años, por ejemplo, Loeb ha sugerido buscar alienígenas mediante el intento de iluminación artificial en Plutón, en el caso ciertamente poco probable que los extraterrestres (ETs) hayan establecido un puesto de avanzada allí. También ha propuesto tratar de detectar la contaminación industrial en exoplanetas lejanos. Su última idea, presentada en un documento que él y un coautor acaban de publicar en línea, plantea que debemos buscar los haces de microondas que los ETs podrían utilizar para enviar velas ligeras que flotan entre los planetas en sus sistemas solares domésticos. "No creo que sea una locura", dice Seth Shostak, astrónomo del Instituto SETI de California. "Es una idea inteligente". Las velas de luz son algo real, por lo menos en teoría; utilizan enormes capas de Mylar ultrafino para atrapar el viento solar, lo que les permite llevar una carga útil a través del espacio interplanetario sin cohetes. Un prototipo está ahora en las obras patrocinadas por la Sociedad Planetaria, que ya ha volado una misión de prueba y espera hacer un vuelo pleno de demostración el próximo año...
"Desafortunadamente," dice Loeb, "no hay suficiente presión de la luz solar para proporcionar una aceleración fuerte, entonces uno se puede imaginar el uso de radiación artificial en su lugar". Loeb y James Guillochon, coautor del estudio y que hace una estancia postdoctoral en el Einstein Fellowship Program del Centro Harvard-Smithsonian de Astrofísica, decidieron que las microondas serían el mejor candidato, basándose en la eficiencia y otros factores. Para moverse rápidamente entre los planetas en un sistema extrasolar, pensaron, necesitarías un haz de microondas con un valor aproximado de un teravatio de energía. "Eso es alrededor de una décima parte de toda la producción de la Tierra", dice Loeb --una cantidad bastante considerable. Pero estos son los alienígeas de quien se está hablando, por lo que plausiblemente podrían llevarlo a cabo utilizando un poderoso transmisor de microondas terrestre apuntado a la vela ligera.
La mayor parte de ese poder sería atrapado por las velas de luz. Algo, sin embargo, inevitablemente se fugaría alrededor de los bordes, por lo que los dos astrofísicos hicieron algunos cálculos para ver si la fuga se puede detectar desde la Tierra. Sus ecuaciones dijeron que sí. "Sería fácilmente detectable a cientos de años luz de distancia con las antenas existentes", dice Loeb. La señal llegaría como una ráfaga de energía causada por la fuga de un lado de la vela, seguida de una pausa y luego un pulso comparable desde el otro lado un patrón, según los autores, que sería distinguible de fuentes naturales de microondas.
La única vez que podríamos ver las microondas sería cuando el haz estuviese apuntado más o menos directamente hacia nosotros. Y puesto que los alienígenas estarían presumiblemente utilizándolos para viajar entre planetas, los dos mundos en cuestión tendrían que ser alineados a lo largo de la línea de visión a la Tierra. Eso sólo ocurriría en un sistema solar orientado desde el borde a nuestra perspectiva, justo el tipo de sistema solar que la sonda espacial Kepler ha ido descubriendo por su trayectoria. Por lo tanto ya está claro, dice Loeb, hacia dónde apuntar nuestras antenas.
No está tan claro, sin embargo, si vale la pena hacerlo. "No es absurdo", opina Freeman Dyson del Instituto de Estudios Avanzados, a quien se le ocurrió su propia estrategia SETI poco ortodoxa en un artículo de Science de 1960, para buscar fugas infrarrojas de las civilizaciones que se habían cerrado por completo a sus estrellas en huecos artificiales, "esferas de Dyson", para atrapar hasta la última gota de energía solar. "Pero eso no basta por sí mismo", dice. "Cualquier programa de búsqueda práctica debería tener como objetivo cubrir una multitud de posibilidades, no sólo una".
Desde que el astrónomo Frank Drake hizo la primera búsqueda SETI en el mundo los astrónomos han buscado sobre todo las transmisiones de radio extraterrestres y más recientemente a través de balizas láser alienígenas, pensando que debemos buscar tecnologías que nosotros realmente hemos perfeccionado. No obstante, las velas de luz no están particularmente a la mano, y ni hablar de las esferas de Dyson, y sólo hay numerosos telescopios, radio y otros aparatos.
Aún así, apunta Shostak, cualquier búsqueda SETI que podamos pensar se basa en nuestros supuestos sobre el comportamiento de los alienígenas, de los que sabemos literalmente nada. Lo más probable es que cualquier civilización avanzada allá afuera es más avanzada que la nuestra, debido a que apenas descubrimos la radio hace un siglo y la computación digital mucho más recientemente. "Los extraterrestres pueden haber ido más allá de la inteligencia biológica, y realmente no saben lo que las máquinas podrían optar por hacer". Encontrar extraterrestres, dice, bien podría suceder por accidente, como resultado de una observación o experimento que no tenía nada que ver con SETI en primer lugar. Siendo ese el caso, comenta, "Soy consciente de que [Loeb y Guillochon] están pensando fuera de la caja".
Ed Turner, un astrofísico de Princeton y coautor intelecutal de Loeb en el experimento de buscar la iluminación artificial en Plutón (por si, gracias a alguna casualidad increíblemente remota, los alienígenas hubieran elegido construir una ciudad ahí), piensa lo mismo. "Colaborar con Avi sobre temas de SETI y de otros temas especulativos", opina, "es un poco como comprar un billete de lotería. Es muy probable que no rinda, pero si eres muy afortunado, podría llegar a ser la obra más importante de su carrera".
Lo cual está muy dentro del espíritu original de SETI, expuesto en un artículo de Nature de 1959 que inspiró a Frank Drake para lanzar la primera búsqueda en radio al año siguiente. "La probabilidad de éxito es difícil de calcular," escribieron los coautores Giuseppe Cocconi y Philip Morrison, "pero si nunca buscamos, la posibilidad de éxito es cero".
(Con información de Scientific American)