La musa se guarda en lugares inesperados. Lejos de las cantinas bohemias, los pretenciosos círculos de artistas y creadores o la decadencia autoimpuesta de filósofos y escritores, al parecer la inspiración, ese ansiado combustible de la creatividad, prefiere los lugares más comunes, esos rincones ordinarios por los que pocos apuestan.
La premisa anterior podría ayudarnos a entender un inusual fenómeno, común entre algunos de los más grandes escritores de la historia: recurrir a empleos complementarios que parecieran demasiado distantes a la imagen que popularmente tenemos de un escritor. Esto obviamente nos remite a la histórica dificultad financiera que implica abocarse a una vida creativa, pero si profundizamos un poco en su reflexión, entonces el fenómeno nos sugiere que la más lúcida inspiración se encuentra en los contextos menos "artísticos".
Al parecer, a partir de observar y experimentar estos entornos que emergen de la sencillez se puede extraer una materia prima preciosa para luego trasladarse al mundo de lo creativo e imprimir ahí, con grandiosa naturalidad, algunas de las manifestaciones más preciadas. Así que si quieres inspirarte bien pudieras tomar la mayor distancia posible de los contextos más obvios alrededor de la creatividad, y mejor entregarte a escenarios o actividades que aparentemente poco tendrían que ver con la vida de, por ejemplo, un buen escritor.
A continuación presentamos un infográfico creado por Unplag, que ilustra esos extraños oficios en los que incurrieron algunos grandes de las letras. Por ejemplo, la faceta de Faulkner como cartero, de Vonnegut como vendedor de automóviles, de Stephen King haciendo labores de limpieza en una escuela o de J. D. Salinger orquestando dinámicas de entretenimiento a bordo de un crucero. En la mayoría de los casos estos empleos fueron previos a que estos autores alcanzaran la celebridad suficiente como para poder vivir de escribir, y quizá por eso no se incluye el caso de Kafka, quien pasó toda su vida en puestos burocráticos dentro de instituciones de seguros y gubernamentales.
Por cierto, además de estos antecedentes laborales "antiartísticos", muchos escritores comparten también ciertos rituales para estimular la inspiración y lubricar la creatividad. Aquí puedes consultar algunos de los que ayudaron a gente como Ray Bradbury, William Burroughs, Neil Gaiman o Susan Sontag.