Uno de los mitos más extendidos del rock es que Jim Morrison falleció en extrañas circunstancias en su apartamento de París, probablemente sufriendo de depresión, en una sobredosis de alguna sustancia no identificada en la autopsia exprés. Las hipótesis respecto de la muerte del Rey Lagarto han dado pie a toda una literatura especulativa donde las teorías de conspiración abundan.
Sin embargo, los últimos documentos fotográficos que se tienen de la estrella de rock --cortesía de su amigo Alain Ronay-- parecen contar otra historia. Morrison no sólo no parecía muy "deprimido", ni gordo, ni siquiera barbón como en la portada de L.A. Woman, sino que daba la impresión de disfrutar de una vida envidiable junto a su pareja, Pamela Courson, en un día en Saint-Leu-d'Esserent, al norte de París.
Es difícil interpretar correctamente el gesto fotográfico de cualquier persona fuera de los órdenes convencionales: ¿cuándo una sonrisa viene del fondo de uno mismo y cuándo ha sido expresamente diseñada para satisfacer el ojo del fotógrafo? Aunque no podamos saberlo de cierto, parece que estas imágenes tomadas el 28 de junio de 1971, apenas unos días antes de su deceso, muestran a un Jim Morrison muy distinto del místico de la poesía y las drogas, y más a un hombre entrando felizmente en la madurez.
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