El universo nos da motivos de asombro constante, pero no tenemos que salir del Sistema Solar para encontrar misterios que por una u otra razón siguen manteniendo a los científicos ocupados en elaborar teorías al respecto.
Mercurio
Debido a su proximidad con el Sol, Mercurio es difícil de estudiar: poco se sabe de su núcleo gigantesco y de su campo magnético y atmósfera, cuyo origen es desconocido. La peculiar órbita oval de Mercurio, además, lo pone en curso de colisión futura con Venus o con el Sol, lo que podría desencadenar cambios en las órbitas del resto de los planetas del Sistema Solar.
Venus
Venus, por su parte, pudo haber sido un lugar ávido de vida como nuestra Tierra primitiva, sólo que se convirtió en un auténtico infierno rodeado de gases tóxicos; se especula que a 30 millas sobre la superficie podrían existir condiciones de presión y temperatura que posiblemente promoverían un hábitat acogedor para ciertas bacterias, que podrían alimentarse de los químicos y de la luz solar; pero la venenosa atmósfera presenta un movimiento giratorio 60 veces más rápido que el del propio planeta, y el hecho de que la dirección de su órbita sea contraria a las manecillas del reloj --a diferencia del resto de los planetas-- sólo aumenta el misterio. Por cierto, es el único planeta donde el Sol sale por el oeste y se pone por el este.
La Tierra y su luna
[caption id="attachment_100010" align="aligncenter" width="480"]Nuestro planeta presenta extrañas condiciones difíciles de explicar, como el surgimiento del agua y la conformación del núcleo, que transmite ondas sísmicas más rápidamente en una dirección que en otra. O también el hecho de que, si la Luna se formó debido al desprendimiento de un pedazo de la Tierra durante alguna colisión antigua, debería haber algún tipo de residuo sobre nuestro planeta que no ha sido encontrado.
Marte
Marte pasó millones de años siendo un lugar húmedo y geológicamente dinámico, sólo para convertirse después en el desierto árido que vemos en las imágenes del Curiosity. Parte de la investigación actual sobre el planeta busca encontrar microorganismos marcianos que hubieran podido sobrevivir a las duras condiciones de esta etapa del "planeta rojo". Se especula que sus lunas, Fobos y Deimos, son asteroides capturados por la gravedad, pero tanto esto como las órbitas circulares alrededor de este planeta permanecen sin explicación.
Júpiter
Ni siquiera sabemos cómo está conformado Júpiter: las bandas concéntricas que forman las zonas visibles a veces desaparecen sin explicación concluyente, de manera súbita. Tampoco sabemos muy bien qué fuerzas mantienen girando el vórtice gigante conocido como la Gran Mancha Roja. La teoría más probable es la que supone que la mancha es causada por los rayos ultravioleta del Sol. Se espera aprender más del planeta gigante cuando la sonda espacial Juno pase a su lado en 2016.
Saturno
Los anillos de Saturno son una de las maravillas naturales del Sistema Solar, pero los astrónomos no se ponen de acuerdo sobre su origen: podría tratarse de los fragmentos de una luna destruida o de algún otro cuerpo estelar atrapados en la gravedad del planeta; no se sabe si datan de la formación de Saturno hace 4 mil millones de años, o si son más jóvenes. Tres misiones diferentes han tratado de medir la duración del día en Saturno a través de las emisiones de radio, pero cada uno ha arrojado medidas diferentes.
Urano
A diferencia del resto de los planetas, Urano no irradia calor, pero no sabemos si es porque lo mantiene atrapado en su interior o tiene algo que ver con su rotación inclinada. Su luna, llamada Miranda, tiene el acantilado más grande conocido en el Sistema Solar, con una profundidad de 20km, pero no sabemos si su extraña orografía se debe al movimiento de hielo al interior de la misma, tal vez calentada por la fuerza de gravedad de Urano u otras lunas; o quizá Miranda simplemente ha sufrido diferentes impactos sobre su superficie, y ello conformó su abigarrado terreno.
Neptuno
El vuelo del Voyager 2 cerca de Neptuno en 1989 reveló una atmósfera turbulenta, llena de tormentas y relámpagos, además de los vientos más salvajes registrados jamás, con velocidades de 2,100km/h. Esta actividad podría deberse al calor interno de Neptuno; sin embargo, por ser el planeta más apartado del Sol, es extraño que guarde tanto calor. Además, su campo magnético no se origina precisamente en el centro del planeta.