¿Qué pasa cuando vagabundos reciben cámaras fotográficas? Pueden tomar imágenes increíbles como estas

Entre los múltiples, innumerables elementos que componen la matriz urbana, los vagabundos ocupan un lugar especial. Simbólicamente, son la personificación de la marginalidad, de todo aquello que socialmente se excluye paulatina pero certeramente, aquello que la cultura hegemónica prefiere no ver y apenas tolera: la pobreza, la locura, la enfermedad y algunos otros estados de vida que asaltan a ciertas personas e ipso facto las convierte en indeseables.

Paradójicamente, esa misma situación vuelve atractivos a los vagabundos. No desde la romantización –porque su vida dista mucho de ser idónea–, sino más bien por el contexto en el que se encuentran. Si tuvieran voz o, mejor dicho, si pudieran expresarse y su punto de vista fuera atendido, sin duda se revelarían como nodos de la vida en una ciudad, testigos silenciosos y ambulantes de eso que sucede cotidianamente pero que casi siempre se pierde en el trajín y la normalidad.

En parte desde esta perspectiva y también con el propósito de recaudar fondos para proyectos sociales dirigidos a personas que viven en las calles de Londres, la organización Café Art, con el apoyo de la Royal Photographic Society del Reino Unido, repartió 100 cámaras fotográficas desechables a igual número de vagabundos de la capital inglesa, a quienes también se dio una capacitación mínima no solo para usarlas, sino también para que tomaran fotografías con el tema “Mi Londres”.

Además de reunir las imágenes que ilustrarán el calendario Cafe Art 2016 My London, cuya venta será la principal fuente de fondos para los proyectos mencionados, el objetivo de esta iniciativa también fue empoderar a los homeless y conectarlos con otras personas.

Al final, la organización recuperó 80 cámaras con un total de más de 2,500 fotografías, de las cuales se seleccionaron 12 según los resultados de la votación que se realizó en este sitio.

El resultado sin duda es asombroso, acaso por inesperado. Aunque quizá cabría preguntar por qué esto nos sorprende si, con cierta frecuencia, los vagabundos son quienes mejor conocen el verdadero espíritu de una ciudad.

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