La ciencia comienza a preocuparse por los efectos que la tecnología tiene sobre nuestra mente y cuerpo. La radiación electromagnética de los celulares, por ejemplo, podría promover el cáncer cerebral y otras enfermedades, como el Alzheimer, que podrían tardar años en desarrollarse. Sin embargo, hay un gran trecho entre tomar conciencia y actuar.
En 2008, Nicholas Carr publicó un ensayo corto, “¿Google nos vuelve estúpidos?”, abriendo un debate sobre los efectos negativos de Internet en la capacidad de concentración y desarrollo de la inteligencia humana, con lo que también concuerda la investigadora Susan Greenfield:
Malas noticias, la tecnología nos hace más tontos cada día, no podemos recordar números de teléfono, nuestros ciclos circadianos (el reloj interno del cuerpo) se han descompuesto, y nuestro hipocampo (glándula que controla entre otras cosas la orientación) están involucionando.
Los daños generados en el cuerpo humano por el uso de la tecnología son finitos, pero numerosos: menor calidad del sueño, daño óptico por pantallas luminosas, daños auditivos por el uso constante de audífonos, bajo desarrollo de la memoria y la orientación, y deficiencias en la capacidad de comunicación con otros humanos, por no mencionar la total incomunicación con la Madre Tierra.
En aspectos más profundos, el uso de las redes también ha acentuado nuestro narcisismo (no hay mejor ejemplo literal que la selfie, por no mencionar la preocupante “butt selfie” o selfie de dérrière), incluso ha incrementado la tasa de divorcios y, por qué no decirlo, también le ha arrebatado el juego físico a los niños del siglo XXI.
Con ello en mente, un grupo de neurocientíficos organizó un viaje todo pagado a Marruecos para 35 voluntarios ciberadictos (también conocidos como 'gente de negocios'), con el fin de alejarlos totalmente de las redes y estudiar su reacción cuerpo-mente. “Nos desconectamos adentrándonos en el desierto marroquí para una desintoxicación digital, para desconectarnos de los aparatos y reconectarnos con nosotros mismos, con los demás y con la naturaleza”, cuentan los examinados.
Los voluntarios mostraron un lenguaje corporal diferente, parándose más derechos, mirándose más a los ojos unos a otros, durmiendo más horas, conversando de temas más profundos e íntimos, y también mejoró su capacidad analítica y de memoria.
Irónicamente, inmediatamente después del estudio una de los responsables del evento “desintoxicación en el desierto”, Kate Unsworth, sacó al mercado las increíbles joyas con tecnología incorporada (Kovert Designs) que vibran cuando llegan mensajes importantes al smartphone. Según Unsworth, es una manera de evitar mirar constantemente la pantalla de un teléfono, sacarlo y meterlo a la bolsa repetidas veces, y también permite filtrar los mensajes realmente importantes de los demás, para tener más tiempo lejos de los aparatos digitales y regalar más miradas a otros seres humanos. Pronto veremos a las mujeres alejadas de sus celulares, pero mirando sus anillos y collares (nada nuevo).