Generalmente asociamos la tecnología con la evolución de nuestra especie. Y si entendemos evolución como ese cúmulo de adaptaciones o mejoras que nos permiten elevar la calidad de vida que, sin distinción, compartimos, entonces podríamos deducir que la tecnología está ligada a la mejora de las condiciones –ya sea esto a nivel transporte, salud, comunicación u organización, etc. Sin embargo, en muchos casos las herramientas tecnológicas denotan un cierto "doble filo", es decir, ofrecen potenciales beneficios a sus usuarios pero con el tiempo también demuestran posibles consecuencias que terminan por generar un impacto nocivo.
Un buen ejemplo de lo anterior son los teléfonos móviles y su versión "evolucionada", los smartphones. Estos dispositivos influyen de múltiples maneras en nuestros hábitos sociales y nuestra manera de narrar la realidad actual. Pero si bien han abonado significativamente cuestiones como la conectividad, las posibilidades creativas y la eficiencia organizacional, por otro lado han traído a la mesa efectos poco deseables que, además, al haber impregnado nuestra vida cotidiana, en muchas ocasiones ni siquiera hacemos conscientes o, peor aún, simplemente no podemos frenarlos –algo así como el tecnoembrujo sociocultural de los celulares. Como complemento existe la posibilidad de que a nivel físico también conlleven consecuencias que, eventualmente, lamentaremos.
Antes de proceder a la lista de cinco efectos nefastos de los teléfonos celulares en la realidad contemporánea, también valdría la pena recalcar que las herramientas son, hasta cierto punto, originalmente neutrales. Si bien su diseño o funciones pueden predisponer conductas o formas de relacionarnos con ellas, lo que determina las consecuencias de su uso es precisamente la interacción que tenemos con estas herramientas. En este sentido no se trata de crucificar a los teléfonos celulares, sino de hacer consciente cómo nos relacionamos con ellos y, obviamente, evitar su deificación autómata.
Debilitamiento de la comunicación p2p
Difícil negar que las tecnologías digitales han por un lado estrechado la comunicación entre personas pero, por otro, debilitado los encuentros físicos y la interacción que ocurre en ese plano. ¿Cuántas reuniones físicas no han sido reemplazadas por intercambios repletos de emojis y frases sintéticas?
Ondas cancerígenas
Existen numerosos estudios que advierten o por lo menos sugieren la posibilidad de que los teléfonos celulares emitan ondas cancerígenas. De reafirmarse lo anterior, entonces podríamos irnos haciendo a la idea de que básicamente vivimos inmersos en una viscosa red de campos conformados por ondas cancerígenas.
Facilitan el espionaje y la vigilancia
La combinación de movilidad con conexión satelital facilita que quienes tienen acceso a la data que emana de nuestros teléfonos sepan exactamente en dónde estamos y cuáles son nuestras rutinas espaciales. Además, buena parte de nuestra comunicación cotidiana se hace vía los teléfonos móviles, información que también está disponible al mejor postor.
Distracción
Si como advierten algunas tradiciones, el mayor reto para vivir en paz es estar en el presente, en el aquí y ahora, entonces los teléfonos móviles son los enemigos número uno de esta posibilidad. Pero, en todo caso, resulta innegable que son quizá la mayor fuente de distracción que existe hoy en día. De hecho, esto puede ser incluso peligroso si consideramos, por ejemplo, el número de muertes que se han dado en accidentes automovilísticos propiciados por el uso de teléfonos.