En toda transformación significativa hay al menos un punto clave y siempre muy difícil. Es esa instancia de inversión estructural desde la que todo –luego-- se vuelve distinto. Un giro.
Suele ser un giro incómodo, porque trabaja con los cimientos. Altera algún orden esencial y deja todo patas arriba. Suele subvertir una configuración básica. Pone lo que estaba abajo arriba y viceversa. Y luego deja venir las consecuencias.
Hace tiempo que me pregunto por qué todo me incomoda en las escuelas; ¿será que realmente todo está mal en ellas o será que yo he perdido piso? Parece difícil que una institución de tal tradición y semejante escala no haga nada que provoque un reconocimiento en mí. Y entonces paso a sentirme incómodo con mi masiva incomodidad. Y así ando…
Pero hoy me puse a pensar en la cuestión. Y antes que los argumentos, me vino como un impulso de legitimación de mi incomodidad absoluta. Sí –me dije--, es cierto: la escuela es una máquina casi perfecta de cometer errores. O mejor dicho, es una máquina perfecta de cometer, una y otra vez, el mismo error, que luego se refleja en múltiples manifestaciones.
¿Cuál error? –me pregunté, entonces. El que proviene de ese orden esencial que la constituye y la pervierte al mismo tiempo. Ese orden que debemos transformar, por no decir invertir. Cada vez que ella se manifiesta, representa ese orden que hoy la constituye y que me indigna, y entonces sobreviene la incomodidad. Ella está mal constituida y entonces cada vez que se manifiesta evidencia su constitución fallida. No hay cómo no sea así. Es justo el punto que debemos girar.
El error constitutivo de la escuela es que cree que informar en sí mismo produce saber. Todo el aparato escolar se mueve a partir de esa premisa. Saber es estar en conocimiento, estar enterado de las cosas; ser capaces de reproducirlas. Y como eso a nadie le interesa de verdad, entonces la escuela va tras los mecanismos del control y la obligación que tanto y tan bien la caracterizan. Por eso el maestro habla tanto y persigue tanto el silencio de sus alumnos. Por eso evalúa como evalúa. Por eso no genera actitud ni forja responsabilidad en los alumnos. Por eso en las escuelas se respira con dificultad. Por eso la memoria es la instancia psíquica más jerarquizada. Por eso la consulta se llama copia. Por eso la creación se juzga distorsión. Por eso el respeto se entiende como sumisión. Por eso la atención decrece a cada hora y crecen los departamentos psicopedagógicos. Por eso sacamos tantas fotos en los actos escolares y nos llevamos tan poco de ellos. Por eso el talento no se celebra ni se trabaja. Por eso hay tantos rituales vacíos a diario, apenas para ejercitar la subordinación al orden. Por eso los estereotipos nos gobiernan y las casas son una sola cosa, la familia un tipo de familia, el perro aquel perro y la patria siempre una instancia buena; por eso no hay próceres contemporáneos. Por eso las computadoras están encerradas en una jaula que llaman laboratorio y la señal de Wi-Fi no llega a ninguna parte. Por eso nos prohíben lo que nos prohíben.
Es simple, en realidad. Si te incomoda la base, el núcleo, el orden esencial, siempre te incomodarán también sus prolongaciones, inexorablemente. Podrías hacerte el loco y pasarlas por alto, pero si las atiendes siempre te incomodarán, acumulativamente.
Toda la escuela viene de lo mismo y representa lo mismo. Y casi todas ellas.
Por eso, hacer otra escuela es fácil y casi imposible al mismo tiempo. No se trata de cambiar todo, se trata de cambiar el sentido de todo. Si cambiamos el núcleo básico, todo será diferente aunque no lo calculemos ni nos lo propongamos. Si Wikipedia se impone habrá tal vez enciclopedias, pero serán otra cosa. Cada cosa de Wikipedia es otra cosa respecto a las enciclopedias que conocíamos. Y solo porque en el origen invirtió un orden, alteró un algoritmo esencial: dijo que consumo y producción se mezclan y que verdad es intersección y no definición.
En rigor, cada vez que nos topamos con una configuración realmente innovadora pasa que se ha subvertido el orden esencial establecido y se han cambiado las reglas de juego; por eso vemos todo diferente, aunque no todo lo sea.
Tenemos que llegar hasta el corazón de la escuela y cambiar unas pocas piezas constitutivas. Después, la escuela nueva solita se irá manifestando. No hará falta más nada. Solo sostenernos y sostenerla; sostener porque dará vértigo. Será otra aunque no quiera, y fundamentalmente aunque no se dé cuenta.
Y yo dejaré de incomodarme a cada rato.
Claro, llegar al corazón es un trabajo hercúleo, porque hay mil capas protectoras y mil detectores de peligro que sonarán hasta dejarnos sordos. Habrá que ser muy hábiles y tener mucha tenacidad. La ventaja es que cuando hayamos llegado, luego, de dentro para afuera, todo fluirá con total naturalidad, como si siempre la tierra hubiera girado en óvalos y el Sol hubiera estado en el centro de la órbita.
Twitter del autor: @dobertipablo