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All the world's a stage.
Shakespeare
El lenguaje es un virus del espacio.
Burroughs
Una de las teorías en boga dentro de la física sostiene que es probable que el universo sea un holograma y que nosotros habitemos en una realidad tridimensional que en realidad es una representación de una imagen bidimensional, proyectada tal vez desde el límite de agujero negro. El mundo: una imagen desplegada de información codificada en otra dimensión, de la misma manera que una proyección holográfica despliega en apariencia una realidad tridimensional que está grabada en en 2D. A la par, el filósofo Nick Bostrom ha provocado tanto a físicos como a fanáticos de la ciencia ficción con su hipótesis de la simulación, la cual sugiere básicamente que en un universo como el nuestro, donde existen cientos de millones de planetas que podrían albergar vida, es altamente probable que una civilización haya evolucionado lo suficiente como para generar una simulación del universo, habiendo obtenido suficiente poder computacional como para detallar un universo artificial. Esto significa que si nosotros no somos los simuladores, es probable que seamos los simulados.
La idea de que el mundo es una simulación o una ilusión diseñada por un demiurgo (ahora un programador), es casi tan vieja como la escritura. Debemos recordar el concepto del maia del hinduismo, la alegoría de la cueva de Platón, y el concepto del stereoma de los gnósticos, por citar solo algunos ejemplos. Actualmente, sin embargo, esta idea ha llegado a una nueva dimensión metáforica, utilizando los soportes tecnológicos para reimaginar y dar un nuevo giro al eterno retorno de la ilusión cósmica. Es natural que una civilización que empieza a experimentar con la realidad virtual se pregunte por la naturaleza de la realidad, de la misma manera que quien experimenta un estado de alucinación psicodélica se llega a preguntar si la realidad que vive cotidianamente no es también una alucinación. ¿Acaso no descubrimos que la realidad virtual existía antes de que consiguiéramos esta tecnología y de hecho permea toda la existencia?
Una de las formas más evidentes en las que podemos percibir cómo la realidad contemporánea es un constructo, un programa arbitrariamente programado y consumido consensualmente, es reflexionando sobre la naturaleza del lenguaje, esa red estructural que a veces se convierte en una especie de cárcel y por lo menos en un filtro o una gasa que nos separa del mundo fenomenológico en su sentido puro, de la percepción sin mediación.
En un reciente manifiesto el DMRI le pone nombre a la simulación en la que vivimos, se trata de El Diccionario, o también El Ficcionario. Vivimos, nos dicen, en un mundo programado por el diccionario y la convención lingüística y confundimos el mapa con el territorio. Y es que, como dijera Alfred Korzybski, las palabras no son las cosas; nosotros interactuamos con las palabras y creemos que lo hacemos con las cosas en sí. Vivimos en el mundo de las etiquetas y etiquetamos todas las cosas y percibimos a través de las etiquetas que colgamos sobre las personas o cosas. Justo lo que decimos que algo es, eso no es. Alguien no es blanco, alto, odioso, brillante, arisco, programático, insoportable, humano. Es otra cosa, algo que no es accesible para el lenguaje.
El DMRI nos dice que "vivimos en una novela de ciencia ficción llamada El Diccionario. La tecnología utilizada para crear esta simulación realista del universo es llamada lenguaje, y nos engaña para que pensemos que estamos experimentando la realidad cuando lo usamos". Lo anterior se antoja un enunciado lógicamente exacto. El lenguaje es esencialmente una tecnología, y ha sido usado históricamente para programar la realidad; aquello que decimos que es la realidad, en realidad es solo lenguaje: una descripción de la realidad y no la realidad en sí misma, por lo que podemos afirmar que efectivamente sí vivimos en una simulación.
Las personas nos han estado advirtiendo sobre la falsa naturaleza de lo que llamamos "realidad" por mucho tiempo, pero el significado profundo de cada mensaje no es percibido porque solo tenemos ojos para leerlo (en lugar de verlo), lo que significa que todo es procesado por un sistema lingüístico y todas las referencias a aquello que yace más allá [del lenguaje] son borradas porque "no computan".
Aunque el programa funciona como una entidad autónoma, existen agentes que se aseguran de perpetuar sus redes de estrangulamiento lingüístico. Son aquellos mecanismos por los cuales el diccionario se convierte en un proteico aparato de poder. Nos dice el DMRI que "como ha notado Chomsky el término 'proceso de paz' significa exactamente lo que Estados Unidos esté promoviendo en dado momento, por lo que Estados Unidos, por definición, nunca puede oponerse a la paz. Esto ilustra cómo las personas que controlan el diccionario controlan también el mundo". Otra palabra que es muy utilizada dentro de la simulación es "democracia".
Nosotros (la indivisa divinidad que opera en nosotros) hemos soñado el mundo. Lo hemos soñado resistente, misterioso, visible, ubicuo en el espacio y firme en el tiempo; pero hemos consentido en su arquitectura tenues y eternos intersticios de sinrazón para saber que es falso.
La conciencia de que el universo lingüístico no es la realidad, es tal vez el primer paso para encontrar ese intersticio en la arquitectura de la simulación. Lo que tal vez sea el acceso a una percepción no lingüística de la realidad, lo que Paracelso llamaba "intuición" y equiparaba con la percepción de una luz invisible que existe en las cosas o de una capa multidimensional que yace oculta ordinariamente. La percepción del Sol, del cual el sol que vemos es solo una sombra, puesto que lo percibimos bajo el velo de nuestro lenguaje.
La gente del DMRI: "La tinta del escritor que te escribió puede ser usada para escribir una puerta en el centro del escenario para liberarte de la simulación para siempre. No está del todo claro cómo puede ser logrado esto, pero pronto lo será".
Twitter del autor: @alepholo