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A pesar de que en la historia oficial los antibióticos químicos han salvado millones de vidas, lo cierto es que su uso industrial data de hace pocas décadas: en el gran esquema de las cosas, la relación de los virus y bacterias que provocan infecciones mortales con los medicamentos creados para combatirlos es solo un momento en la evolución microbiana.
Bacterias relativamente benignas como el Staphylococcus aureus han dado lugar a "superbacterias" resistentes a los antibióticos actuales, como el Staphylococcus aureus resistente a la meticilina (MRSA), que provoca 10 mil muertes al año y se aloja en heridas abiertas. La situación se agrava a tal punto que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, emitió una orden ejecutiva para crear un programa para encontrar antibióticos contra bacterias superresistentes, para lo que destinó un presupuesto de 1.2 mil millones de dólares.
Sin embargo, una solución eficaz (y barata) podría yacer inexplorada por la ciencia moderna: la cannabis.
Simon Gibbons es el jefe del departamento de química farmacéutica del Colegio Farmacéutico del University College London, y uno de los más activos promotores de la investigación de la cannabis como antibiótico. "Todo indica que estos compuestos han sido evolucionados por las plantas como defensas antimicrobios que atacan específicamente células bacteriales", afirmó en una entrevista.
La excepcional actividad de la cannabis al eliminar estos organismos dañinos para el ser humano es, según palabras del investigador, "un misterio. Realmente no puedo aventurar una idea de cómo lo hacen, pero su alta potencia como antibiótico sugiere que debe de ser un mecanismo sumamente específico". Un equipo internacional trabajó en 2008 con cinco cepas de marihuana contra seis tipos de bacterias MRSA "de relevancia clínica", y encontraron que todos los canabinoides aplicados mostraron "potente actividad" contra una gran variedad de bacterias.
Existen investigadores abocados a encontrar aplicaciones prácticas de cuatro de las cepas más comunes de marihuana para producir antibióticos y agentes tópicos que traten úlceras y heridas en un contexto hospitalario, reduciendo el uso de antibióticos químicos (con lo que se evita seguir fortaleciendo a los virus), y que no cuentan con los efectos psicoactivos por los que la cannabis es más famosa.
La resistencia de la propia planta a las condiciones más adversas del clima y la facilidad de su cultivo, así como su amplia disponibilidad, permitirían utilizar en el futuro esta planta para combatir el cáncer, prevenir inflamaciones o como antioxidante, además de sus efectos sedantes e incluso analgésicos.
[caption id="attachment_97062" align="aligncenter" width="592"](Imagen: Wikipedia)[/caption]
En realidad no se trata de nada nuevo. Uno de los papiros egipcios más antiguos (el papiro Ebers, 1550 a. C.) hace referencia a la cannabis para tratar una gran variedad de problemas ginecológicos, así como a su uso antiséptico. En Sudamérica ha sido utilizada por la medicina tradicional para tratar todo, desde gonorrea hasta tuberculosis, y en Rodesia del Sur ha servido como eficaz remedio contra disentería, malaria y varios tipos de enfermedades tropicales. Su inclusión en la "lista negra" de la farmacopea clínica data de 1945 (aunque al menos en EE.UU. había permanecido como sustancia legal desde 1851), coincidiendo con la introducción de formas comerciales de penicilina. Llevamos poco más de medio siglo creando soluciones parciales para padecimientos que llevan milenios siendo tratados efectivamente con sustancias cuyo potencial no nos atrevemos a investigar. En el caso de la cannabis como remedio clínico, la discusión no debe centrarse tanto en el aspecto de la legalización del consumo recreativo como en su potencial terapéutico.