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Todos hemos escuchado alguna variante de aquel mito que liga a los psicodélicos con la psicosis. Después de todo (nos dice la ignorancia a través del sentido común) ambas palabras comienzan con "psico". La falta de marco regulador hace que el público desinformado confunda peligrosos híbridos sintéticos como Spice con sustancias peligrosas pero curativas si se usan correctamente, como la psilocibina, el THC, el LSD y la cannabis.
Los estudios sobre psicodélicos como fuentes de salud y medicinas para padecimientos específicos (además del uso recreativo) están detenidos en una maraña legal desde el siglo pasado, así que los investigadores que quieren conocer sus propiedades curativas deben recurrir a testimonios compilados, como los de la Encuesta Nacional de Uso de Drogas y Salud de Estados Unidos. Dicha encuesta conforma una de las bases de datos más grandes e informadas de su tipo, además de actualizarse constantemente.
Un grupo de investigadores de la Universidad de la Ciencia en Noruega rastreó el vínculo entre 135 mil usuarios de diferentes sustancias y una gran variedad de enfermedades mentales como esquizofrenia, psicosis, depresión, desórdenes de ansiedad e intentos de suicidio.
Solo 14% de quienes respondieron la encuesta había utilizado a lo largo de su vida alguno de los tres psicodélicos clásicos, LSD, hongos mágicos o peyote. Analizando su historia clínica, se determinó que este 14% no presentaba riesgo de desarrollar ninguno de los 11 indicadores clave de padecimientos mentales.
Dicho estudio abarcaba hasta 2011. El año siguiente se realizó una investigación similar en la Universidad de Alabama con datos de 2008 a 2012, confirmando que no existe relación entre usuarios frecuentes o casuales de psicodélicos y enfermedades mentales, al menos desde los datos estadísticos.
Sin embargo, este segundo estudio presenta una noticia aún más interesante: cuando los investigadores analizaron la historia clínica de los usuarios de psicodélicos, encontraron que nunca habían reportado intentos o pensamientos suicidas. Si los enteógenos fuesen utilizados mediante guías especializados o simplemente con un poco de respeto, descubriríamos que el único velo que reviste la realidad es nuestro propio temor al miedo mismo.